Política
La eternidad sin fin
Ayer la Iglesia recordaba a todos los santos, y hoy a los fieles difuntos que también van camino de ser santos, ofreciendo por ellos misas y sufragios.
Hablar de esto no está de moda, pero es una realidad que todos pasaremos por esta prueba, lo queramos o no. Resulta muy consolador pensar que aquí no se acaba todo, sino que después hay otra Vida, en la que «no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor... porque el mundo viejo ha pasado». Creo que tampoco habrá CDR ni lacitos amarillos.
Todas las religiones, civilizaciones y culturas han reflexionado acerca de la muerte y de lo que hay más allá de ella. El respeto por los muertos y sus tumbas es patrimonio de la civilización, salvo para Sánchez.
Los revolucionarios franceses de 1790 creían haber abolido todo rastro de trascendencia, pero se toparon con la evidencia de la muerte que interpelaba necesariamente la razón y las conciencias, con una pregunta inevitable: ¿Qué nos pasa después? La respuesta fue que la muerte no existía, que era una especie de «sopor», un «sueño eterno» –dirá Fouché, y que el cementerio no era más que el «campo del sueño». Así, en el paño mortuorio –del color morado de los guantes de la Notaria Mayor del Reino– se pintará el «rostro del sueño».
Nosotros durante este mes y hoy especialmente, recordaremos a nuestros difuntos. Porque todo esto se pasa y la eternidad sin fin se acerca.
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