Estado Islámico

La Eurocopa, una prueba para el Estado Islámico

La Razón
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Faluya, a menos de 70 kilómetros de Bagdad, la capital de facto del EI en Irak, tras un cerco de casi un año, está siendo invadida en estos días por las fuerzas iraquíes. Raqa, la capital de la organización como tal y en cuanto auténtico estado territorial y demográfico, a orillas del Éufrates sirio, está siendo amenazada desde menos de 30 kilómetros al norte por fuerzas kurdas con participación árabe y ayuda americana.

¿Se desmorona el Daesh? Un poco pronto para decirlo. Las noticias de los frentes de guerra son incompletas y de limitada fiabilidad, pero es indudable que el emporio terrorista ha ido perdiendo territorio en ambos países. Incluso la afluencia de reclutas, según fuentes de inteligencia americana, aunque todavía importante, ha ido disminuyendo, mientras que aumenta el número de los voluntarios que desertan, decepcionados por las realidades con las que se han encontrado.

Sucede que se materializa algo obvio desde el inicio de su meteórico ascenso. Como estado, el Califato de Ibrahim es poca cosa. Le han dado una existencia en la que Al Qaeda nunca había soñado, como algo inmediato, con muchos kilómetros cuadrados, en su mayoría desérticos y en torno a siete millones de súbditos, y una gran ciudad, Mosul, en el norte de Irak, conquistada hace dos años por la deserción masiva de las tropas iraquíes que debían defenderla. Han creado instituciones de control y gobierno efectivo. Pero su hacienda es endeble y las legendarias riquezas petroleras y otros recursos serían un maná para un puñado de terroristas, pero representan una miseria para un país de esa envergadura.

Siempre ha sido obvio que esa estructura saltaría por los aires sometida a un ataque bélico en todo regla. Por razones mil eso no ha sido factible, pero su fuerza expansiva por vía puramente militar se agotó básicamente hace más de un año. Sigue teniendo una capacidad de terror francamente temible, y con sus fracasos en la guerra regular no han hecho más que buscar una salida en los métodos heterodoxos, con recientes masacres de población civil en Bagdad, expandiéndose por otros territorios árabo-islámicos donde un auténtico estado brilla por su ausencia, como Libia, por ejemplo, y golpeando en las metrópolis de sus enemigos cruzados, como París y Bruselas. En estos momentos la Eurocopa nos puede dar una medida tanto de las capacidades de blindaje de nuestros sistemas de seguridad como de la posible endeblez de sus dispositivos de terror. Un desarrollo impecable de la competición es para el EI un indudable fracaso. En el noroeste de Siria, donde se concentran los combates entre la multiplicidad de fuerzas en liza, las del Estado Islámico todavía cuentan en algunas zonas, en las proximidades de Alepo y junto a la frontera con Turquía.

Hoy y ahora, en su conjunto, cabe razonablemente pensar que el EI ha empezado a perder fuelle. Desde luego, su eclipse será paulatino y su desaparición muy improbable. Lo que hay que dar por seguro es que el impulso del yihadismo suní está lejos de agotarse y experimentará nuevas mutaciones. Lo absolutamente descartable es que Oriente Medio se convierta en una balsa de aceite. El conflicto actual está ya engendrando los del futuro y a plazo muy corto. La hostilidad entre chiíes y suníes tendrá nuevas manifestaciones y el tema kurdo cada vez más se perfila como central en los próximos escenarios.