Andalucía
La imperfección y la Cámara de Cuentas
Los científicos saben que la perfección y la pureza son estados de la naturaleza meramente ideales. En el mundo real, no hay número redondo sin decimales ni estadística sin margen de error. El mismo planeta Tierra figura achatado por los polos y sólo en su primerísimo instante de existencia fue una esfera geométricamente perfecta; su eje de rotación está inclinado sobre una supuesta vertical uniforme y a la vuelta al Sol no ha podido encontrársele una frecuencia aritmética regular que haya evitado años bisiestos como el recién terminado 2016. Sólo las fórmulas teóricas siguen las normas estrictas. Incluso los Reyes Magos yerran repartiendo ecuanimidad con los regalos; algo experimentado por todos. Cuanto más de cerca se observa un fenómeno, menos ideal se revela. Eso pasa con los amigos, los cónyuges y hasta con uno mismo; mirar de cerca implica reparar en las imperfecciones naturales. Escrutar con lupa es precisamente la función de los organismos auditores del Estado. Si la Administración central posee un Tribunal de Cuentas, en Andalucía son competentes los informes de la Cámara de Cuentas. Pese a la importancia de las minuciosas auditorías publicadas, estas instituciones presentan el principal inconveniente de que, al no ser dictámenes vinculantes, son ignorados por políticos y ciudadanos como hicieron las montañas con Mahoma. Será lamentablemente, por ejemplo, el caso del análisis de fiscalización de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales de 2014 recientemente difundido. Una vez más, la institución no deja de atizar con irregularidades observadas desde instancias manejadas al arbitrio de quién sabe quién. Es tan difícil que cuadren las cuentas, por eso de la imperfección natural, como que alguien esté riéndose de todos.
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