Restringido
La madre de todas las bombas
«Perdonar a los terroristas islámicos es cosa de Alá; mi obligación es mandarlos cuanto antes con él». La frase no es mía, sino del feroz Putin y cuando la soltó, tras conocerse que un avión cargado de turistas rusos se había estrellado en el Sinaí debido a una bomba colocada por los fanáticos, se montó entre los progres una escandalera de espanto. Este viernes, cinco meses después y con las carnicerías de París y Bruselas por medio, el piadoso Obama evitó decir que si los facinerosos del turbante tienen tanta prisa en ir al Paraíso de Mahoma, quizá habría que facilitarles el viaje antes de que se compren el pasaje matando occidentales, pero dejó bastante claro que no hay otra opción: «No hay ninguna duda de que si estos locos se hacen con una bomba nuclear, con toda certeza la usarían para asesinar tantas personas como fuera posible».
En su discurso ante el medio centenar de dirigentes mundiales reunidos en Washington, el presidente de EEUU explicó que basta una cantidad de plutonio del tamaño de una manzana para provocar una catástrofe bíblica y que hay esparcidas por el planeta 2.000 toneladas de material nuclear, no todo bien protegido. El mundo occidental, los países donde se respetan los derechos humanos, impera la ley, hay separación de poderes y la religión pertenece a la esfera íntima del individuo, no puede hacer la mínima concesión a los malvados, que preconizan la bomba, la bala, la horca, el cuchillo y la tortura como supremos argumentos. Es una cuestión de vida o muerte y si algo justifica el Estado moderno, que te fríe a impuestos, controla tu existencia hasta la náusea y regula desde las calorías que ingieres a lo que respiras, es que –además de ofrecerte sanidad pública y educación gratuitas–, te garantiza la supervivencia. En otras palabras: que te proteja a ti y a tus hijos. Esto es lo que hay, pero con ese telón de fondo y contra toda lógica humana, encontramos en España una cantidad ingente de cretinos que prosperan, política, mediática y profesionalmente, justificando el crimen y colocándose en la equidistancia entre verdugos y víctimas. En esa pringosa ensalada, hay memos tipo Podemos, que condenan la violencia «venga de donde venga», obviando que siempre viene del mismo sitio; tarados como Willy Toledo diciendo que «Occidente mata más», y percebes versión alcaldesa que proponen dialogar con los matarifes, para entender sus razones, y mucho incauto convencido de que todo sale del hambre y la desesperación. Y mientras, los malos a lo suyo.
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