Antonio Martín Beaumont
La rara despedida
En la vida en general, pero en la política muy especialmente, los silencios a veces pueden ser estruendosos. Lo ocurrido en el Partido Popular en estas últimas horas ha sido casi un tratado al respecto. Nadie se equivocará si se relaciona la gélida despedida dispensada a Esperanza Aguirre por su partido con el grado de afinidad que mantiene con Mariano Rajoy. De hecho, en la mañana del lunes, pocas horas después de que presentase su renuncia la ya ex lideresa madrileña, desde La Moncloa se enviaba un argumentario, para consumo de los dirigentes del PP en sus declaraciones públicas, que no dejaba dudas al respecto.
Las tres mayorías absolutas en la Comunidad de Madrid, la «amarga victoria» este 2015 en el Ayuntamiento, así como sus más de ocho años como presidenta regional del PP los cerraban los «pensadores» monclovitas con un escueto: «En un gesto personal digno de respeto (...) anunció su dimisión (...) ha sido una dirigente política que ha situado a su Comunidad a la cabeza del crecimiento económico y la generación de empleo en toda España. Los madrileños son conscientes de esta gestión y, por esta razón, el PP es, con amplia diferencia, el primer partido de la Comunidad de Madrid». Se «esforzó» el equipo de estrategas de Jorge Moragas. Desde luego. Tan cicatero fue el epitafio que un muy importante dirigente nacional con quien he tenido oportunidad de conversar incluso ha manifestado sentirse abochornado.
Sin embargo, según cuentan desde el PP, en las plantas altas de Génova 13 están muy molestos por las «palabras de grueso calibre» que Esperanza Aguirre ha usado estas últimas semanas contra el propio Mariano Rajoy por la corrupción en el partido en la Comunidad Valenciana. «Hete aquí que el jueves pasado, para su sorpresa, se topó con la Guardia Civil registrando su sede en busca de documentos que probarían los tejemanejes de Francisco Granados como secretario general del PP de Madrid. Así que no tuvo otra que tragarse sus palabras», señala la misma fuente. Además, María Dolores de Cospedal aprovechó la ocasión para marcarla como responsable de que el «investigado» ex gerente Beltrán Gutiérrez Moliner siguiese contratado por el partido. Con todo, en el cuartel general de los populares sólo hay cábalas sobre el paso dado por la ex presidenta regional este día de San Valentín y que ciertamente ha colocado entre la espada y la pared a Rajoy. Nadie se fía. Muchos creen que tiene truco. Piensan que algo se les escapa. Es natural, Esperanza Aguirre es una política de raza que nunca da puntada sin hilo. «Ha querido morir matando», me dice un VIP genovés.
De hacer caso a su gente más próxima la dimisión «fue algo que decidió ella por su cuenta y riesgo en 24 horas». En fin... Sea de una u otra forma, la impresión que transmite el Partido Popular en estos momentos es que cada día que pasa supone una carga más que agrava la crisis de sus siglas. Ya desde antes del 20-D el Partido Popular viene pidiendo una profunda renovación a gritos. Pero, los tiempos políticos que se viven, con el proceso de investidura incierto en el que está inmersa España, impide tomar decisiones que por otro lado cuanto más se posterguen más desgastan a quienes deberían impulsarlas.
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