Alfonso Ussía
Las zapas de Rufi
He escrito en diversas ocasiones de la excesiva prudencia de Rajoy, que en algunas coyunturas se ha podido confundir con la cobardía. Pero en la última semana ha mostrado un alarde de valor semejante al del difunto domador Ángel Cristo cuando se encerraba con sus leones, que eran los leones peor educados del mundo. Pretendieron comerse a su domador en una veintena de sus actuaciones.
Rajoy recibió y se encerró sin jaula de por medio con dos de los políticos más raros de la fauna nacional. Tardá y Rufián, al que llamaré Rufi para suavizarle su apellido del Maresme. Los tenía sentados a menos de dos metros, y no cayó en los abismos del pánico. He escrito que me sucede con Tardá lo mismo que a Curro Romero con los toros de Miura. Que me domina el susto. «Siento tanto pavor cuando pienso en un toro de Miura que hasta me da miedo saludar a don Eduardo», reconoció el genio. Se refería a don Eduardo Miura, como es de suponer. Parecido terror me asalta cuando sueño con Tardá. Se trata de un sueño recurrente, que se repite de cuando en cuando. Siempre me lo encuentro de noche en una calle, viene hacía mí, me suelta un sopapo y posteriormente me arroja a un lago. Ignoro de dónde surge el lago, pero los sueños son así de caprichosos.
Rufi me instala más en la tranquilidad, pero desde la distancia. Me lo decía mi inolvidado maestro, Santiago Amón: «Desconfía de los pelirrojos que no tengan ancestros irlandeses, escoceses o galeses. Y sobre todo, de los que hablan muy despacio». Rufi no es pelirrojo, pero habla como si cada palabra emitida fuera consecuencia de un esfuerzo sobrehumano. Rufi, hijo de andaluces o extremeños que buscaron en Cataluña un futuro mejor, es más separatista que Karmele Marchante, la inteligente intelectual catalana. No se parecen en sus dotes homilíacas. A Rufi le cuesta la prédica y la Marchante habla por los codos, con perdón de los codos que no tienen la culpa de nada. Pero estos que hablan tan piano, con tanta parsimonia y denodada angustia, cuando no encuentran la palabra precisa se lanzan al cuello del interlocutor. O le propinan una patada en las espinillas.
Como Rufi es, además de separatista, antisistema de superficie, acudió a visitar al presidente del Gobierno en funciones vestido de antisistema de superficie. De superficie de Decathlon, me refiero. Llevaba unas zapatillas de deporte. Unas «Nike», cuyo precio en el mercado se acerca peligrosamente a los cien euros. Por cien euros se podría haber comprado un par de zapatos más adecuados para una visita protocolaria, pero eligió las «Nike», lo mejor de lo mejor. Y con suela muy mullida, lo que tranquilizó a Rajoy. Coincidió con Tardá en el color de su indumentaria. De negro. Muy italiano, muy progre y hace unos años, muy de estrellas de la SER. Les fascina a los retroprogres de hoy la estética del fascismo italiano, fascinación que respeto porque los gustos y preferencias en los atavíos no merecen crítica alguna. Mi amigo Eduardo Escalada se viste en los veranos con unos pantalones naranjas con las vueltas verdes y sigue siendo mi amigo. Yo mismo, cuando la juventud se hallaba inmersa en mi organismo, me lanzaba del trampolín de la piscina del Real Club de Tenis de San Sebastián, con un traje de baño color mandarina que adquirí en Biarritz, y más barato que las zapas de Rufi.
¿Por qué me detengo tanto en las sedas negras de Tardá y en las zapas de Rufi exhibidas durante su visita a Rajoy? Por respeto a la realidad. No se puede sacar más jugo a esa entrevista que el zumo a la vista. Ellos fueron a darle a Rajoy un «no» rotundo, y Rajoy los recibió por cortesía, porque no les solicitó ni el «sí» ni la abstención. Fue una reunión absurda y completamente innecesaria. Fue como la visita de aquel escritor homenajeado por Las Lentejas de Mona Jiménez que se presentó en casa de Mona Jiménez un día que no había lentejas. Es decir, una pérdida de tiempo. Para mí, que Rajoy estuvo excesivamente cortés con estos proyectistas de la ruptura de España. El Rey está obligado a recibir a estos individuos tan raros, pero Rajoy no. No se les cita, no acuden y se usa el tiempo perdido en tiempo ganado.
Me he comprado unas zapas como las de Rufi. Voy a estar ideal.
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