El desafío independentista
Los huevos y la tortilla
Lo primero pedir disculpas, por la leña que he dado a Rajoy, acongojado ante la eventualidad de que repitiéramos en Cataluña la pifia del 9-N. En honor del presidente del Gobierno de España hay que subrayar que parece tener la situación bajo control y saber con nitidez qué hacer para dejar en agua de borrajas el aquelarre del 1-O. En un pis-pas, sin repartir una oblea, la Guardia Civil ha desarbolado el entramado urdido por Puigdemont y sus compinches. Como Trapero ha demostrado no ser de fiar, ya hay un coronel de la Benemérita al mando de los mossos y hasta los síndicos que iban a anunciar los resultados del referéndum ilegal, han renunciado a sus cargos nada más notificarles el TC que, de no hacerlo, les cascaba 12.000 euros diarios de multa. Los zarrapastrosos de la CUP montarán trifulcas y la algarada callejera seguirá para deleite de las cadenas de televisión, porque cuando eres estudiante se pasa mucho mejor de manifestación que clavando codos en la biblioteca y hay tanto tarado en el sistema educativo catalán, que proliferarán los profesores que saquen de «marcha política» hasta a los niños de primaria. No he entendido bien a de Guindos, cuando dice que si los facinerosos desisten de sus planes, el Gobierno estaría dispuesto a conceder mayor autonomía y más dinero. Creo que habría que aprovechar el jaleo y remar en la dirección contraria, porque los males de hoy son consecuencia de las desquiciadas transferencias de ayer, pero ya llegaremos a eso. Ahora y para recobrar también la fe en la Justicia, lo mínimo que podemos exigir los españoles es que los jueces sean coherentes. Y lo mismo que han conminado a presentarse y entrar inmediatamente en prisión los 14 falangistas que el día de la Diada de 2013 irrumpieron tirando botes de humo y dando empujones en la Librería Blanquerna, empapelen al gilipollas de TV3 que hacía directos botando sobre un coche de la Guardia Civil, expulsen sin indemnización al cabo de los Mossos que se chuleaba allí con una estelada, inhabiliten a los directores que den las llaves de sus colegios a los golpistas, procesen sin titubeos a Jové y a los cerebros del tenderete, apliquen la legislación vigente a los 700 alcaldes rebeldes, procesen cuando toque a Puigdemont, hagan pasar por taquilla a Trapero y lo que cuelgue. Esa tarea es para el 2-O y meses posteriores. Yo empezaría entonces a creer que en España todos somos iguales ante la Ley y que hay huevos en más sitios que en la humilde tortilla de patata.
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