Paloma Pedrero
Los padres a capítulo
Decir que nuestros hijos no estudian ni trabajan porque la crisis económica ha destrozado sus vidas es simplificar. Así es, desde luego, entre los niños en riesgo de exclusión social. Pero en la mayoría de los casos son la mala escuela y un entorno desalmado los que están propiciando jóvenes “nada”. Victimas de padres, profesores y de toda la tribu y su gobierno. Hoy llamo a capítulo a los progenitores: los que no hemos sabido trasmitir a nuestros hijos el concepto de igualdad. Las criaturas, que han escuchado interesadamente el artículo 14 de la Constitución, están convencidas de que son iguales que sus mayores; que tienen todos los derechos que les otorga haber nacido; que pueden discutir sobre cualquier asunto que les convenga de tú a tú. Por eso mismo no dan ni palo, por eso alegan que su habitación-leonera será ordenada cuando ellos, seres iguales y libres, consideren oportuno, por eso no comerán cuando tu dispongas, porque ellos, según su libre albedrío, abrirán la nevera y se pondrán ciegos cuando les apetezca. También decidirán en que momento ponerse a estudiar o a trabajar. Y no les recuerdes que pasado mañana tienen un examen porque se estresan y tienes que pagarles una terapia. Tampoco se preguntan quién trae y paga el papel higiénico, la comida, la luz, el wifi... Ellos son iguales y libres. Y vagos. Vagos porque aunque les amenazamos con palabras, la mayoría no sabe lo que es la necesidad auténtica. Nunca han tenido la nevera vacía o la habitación sucia hasta lo inhabitable o se han tenido que limpiar el trasero con papel de estraza. Y eso, sin duda, unido al ejemplo, es lo que verdaderamente instruye.
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