Reyes Monforte
Más vida
Debo reconocer que me sorprendió cuando leí ayer en este diario que el asesino de la joven de 13 años de El Salobral era donante de órganos y que, sin embargo, esa donación no se realizó. Me sorprendió y sinceramente me decepcionó. Si entramos en ese delicado terreno y de almas nos atrevemos a hablar, bien podemos pensar que Juan Carlos Alfaro podría haber redimido su asesinato devolviendo la vida a dos, tres, cuatro o cinco personas que quizá la hayan perdido porque un hígado, un corazón, un riñón o un pulmón no llegaron a tiempo. Y lamentablemente fue así.
Supongo que el alma es como la tontería o la falta de inteligencia, no se hereda ni se traspasa: o se cultiva o no hay nada que hacer, y menos por ciencia infusa. No acierto a comprender cómo alguien se puede sentir más tranquilo al saber que los órganos de ese hombre no van a dar vida a nadie. Duele incluso escucharlo.Se nota que no precisa de esos órganos para seguir viviendo y ojalá la vida no le coloque en esa tesitura cruel e impotente, ni tampoco la vivan sus hijos o alguien a quien ame. Yo me seguiré sintiendo más tranquila sabiendo que cada vez son más las personas que deciden en un acto de generosidad y humanidad amén de anónimo y confidencial, donante y receptor no se conocen salvo acordadas y permitidas excepciones- donar sus órganos. Allá donde vamos, no nos van a hacer falta. Lo demás es literatura, ciencia ficción o guiones de cine. Pero la vida es mucho más seria y apremiante que todo eso.
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