Julián García Candau
Mou, míster complejos
El ego de Mourinho es inconmensurable. Su obsesión por ser el número uno no tiene parangón. Sus salidas de pata de banco son constantes y, según todos los indicios, parecen nacidas de un complejo de inferioridad no superado. Además, miente y lo sabe. No acudió a la entrega de los premios de la UEFA porque dijo que tenía que preparar el partido contra el Celta. Ahora cuenta que no fue porque comprobó que el premio al mejor entrenador, que fue otorgado a Vicente del Bosque, había sido amañado. Su argumento es estúpido porque fió en quienes, aparentemente, son sus amigos. Le comunicaron que le habían votado y luego resultó que sus votos habían ido a otro.
Las promesas de votos también se las lleva el viento. Y nada de particular tenía que consideraran que Del Bosque aglutinaba mayores méritos. Uno gana una elección por dos votos y el día de la entrega del premio se topa con que casi todos los miembros del jurado afirman que le votaron. Doy fe.
Mourinho tiene brillante historial deportivo, pero humanamente, se comporta como un botarate. Decir que hubo trampa en el premio a Del Bosque es arrebato fuera de lugar. Justificarse en su país es ciscarse en el que le ha dado trabajo y muy bien remunerado. Ha ninguneado a un profesional, figura histórica del Madrid. Él será recordado por contumacia en el insulto, en el desprecio a los demás. Su pedigrí como madridista no resiste comparación con el de Del Bosque.
Posdata. Un motivo más para que los socios silben su nombre en el Bernabéu.
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