Restringido
Peligros
Las encuestas no acertaron en las elecciones europeas del año pasado, ni en las andaluzas de febrero, tampoco fueron especialmente precisas en las elecciones autonómicas y municipales del pasado mes de mayo. Sin embargo, cada vez que hay unos comicios las miradas apuntan hacia los sondeos en un intento desesperado de anticiparnos a lo que va a ocurrir. Se trata, sin duda, de la aversión al riesgo y a la incertidumbre propias de la mayoría de seres humanos.
Un buen amigo mío, brillante sociólogo y diputado, suele bromear con las encuestas comparándolas con los relojes. Si tienes un reloj sabes la hora que es con certeza, pero si tienes un reloj más y marca una hora diferente al primero, entonces has pasado de la certeza sobre la hora del día que es a la incertidumbre absoluta. Eso viene a ocurrir cuando uno dispone de varias encuestas que concluyen resultados diferentes.
Los análisis de la situación en Cataluña suelen quedarse en los resultados que arrojan unos u otros sondeos e incluso en la comparación entre unos y otros, pero la sociedad española debería ir situándose en lo que puede ocurrir un día después.
Más allá de los sondeos y de los debates interminables sobre su exactitud, lo que se dirime en Cataluña es si los nacionalistas independentistas van a obtener mayoría absoluta.
En caso de que esto ocurriese, la nueva situación tendría muy difícil solución. Probablemente, la primera consecuencia sería la declaración de independencia del nuevo Parlament. Hace un par de días mantuve una conversación con un amigo catedrático de Derecho Internacional de una prestigiosa universidad y mostraba el convencimiento de que si algo así ocurría, habría algunos países que, por unos u otros motivos, reconocerían el estado catalán. Esto sería el punto de no retorno, porque el problema se multiplicaría.
La otra posibilidad sería que el Gobierno optase por aplicar el artículo 155 de la CE y suspendiese la actividad del Parlament antes de que se produjese la declaración independentista. Una decisión de estas características acarrearía graves consecuencias.
Las encuestas pueden no ser precisas en su predicción del resultado electoral, pero suelen ser buenos indicadores del sentir de la sociedad en un momento determinado. El avance del CIS publicado hace pocas semanas arroja un dato esencial: sólo el 21,6% de la sociedad catalana se siente exclusivamente catalana, tampoco son muchos los que se sienten exclusivamente españoles, poco más del 5%. La inmensa mayoría, es decir casi el 75% restante tiene un sentimiento de pertenencia a Cataluña y a España al tiempo.
La pregunta que deberían hacerse los líderes políticos es ¿en qué han fallado para que en una sociedad que mayoritariamente no quiere dejar de ser española y catalana a la vez, sea posible que dé mayoría absoluta a quienes quieren la ruptura con el resto del país, con sus abuelos, primos, hermanos y nietos? Muchos errores durante mucho tiempo requieren muchos aciertos durante más tiempo aún.
El primero de los aciertos debe ser la derrota electoral de los separatistas, no para que el otro nacionalismo, el nacionalismo español, obtenga una victoria, sino para que el sentido común tenga una oportunidad.
Sin duda, el resultado catalán tendrá influencia en las elecciones generales. También hace falta un gobierno para España sensato y estable, que aparte todo tipo de nacionalismo, porque los nacionalismos se retroalimentan mutuamente y llevan a la sociedad a situaciones dañinas y dramáticas.
El objetivo en política es ocupar el poder para desarrollar una idea, un proyecto. Pero para tener el poder no vale todo, no vale atizar el fuego con pasiones nacionalistas, unas u otras, simplemente porque es rentable electoralmente sin importar las consecuencias.
Si el poder se considera un fin es sí mismo, sin importar los medios, ocurre que medios inadecuados terminan contaminando el fin. Por eso, tampoco vale llegar al poder a cualquier precio y con cualquier aliado. Esperar que un proceso electoral resuelva un problema democrático como el que han generado en Cataluña es un nuevo error. Muy al contrario, esta convocatoria electoral viene envenenada.
Después de estas elecciones hará falta inteligencia, prudencia, diálogo y generosidad. Lo que toca ahora es ganar las elecciones a los independentistas, porque su derrota será enterrar una pretensión imposible. Viendo el sentimiento de pertenencia a España y a Cataluña o a Cataluña y a España, no debería ser tan complicado.
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