PSOE
¡Por Dios, líbranos de él!
Ya no sabe uno a quién implorar. Sólo nos queda el Altísimo. Fusionar el baile preelectoral de Iceta con su sermón de la montaña, entre apocalíptico y folclórico, como si Moisés se hubiera tragado a Rocío Jurado. Una pena que Iceta no necesite laca. Pero ese cardado dialéctico nos ha inspirado tanto que le pido haga entrar en razón, con la misma vehemencia que el pasado domingo, a su secretario general, para que se vaya a hacer calceta. Hay un excelente tutorial en YouTube me cuentan. Pero por Dios, líbranos de seguir con esta matraca una semana más si no quieren ser ustedes parodia inevitablemente cómica de lo que un día fueron o quisieron ser.
Mientras los barones y las baronesas se preparan para la batalla final, lo inaudito ahora es la intrigante entente Pedro Sánchez-Pablo Iglesias, el último capítulo del culebrón «Cómo acabar con el PSOE y que parezca un accidente». Sánchez está más cerca de la estrategia de Podemos de la que le dictan sus dirigentes. El «sorpasso» lo está dando el propio Sánchez fagocitado ya por los podemitas. Los ultimátums regionales son la cabeza de caballo de los Corleone. Pero no es un aviso de Podemos sino del propio Sánchez que utiliza a los morados como recaderos. Han llegado al punto en que Pablo Iglesias y Pedro Sánchez se necesitan para asaltar el poder como sea o seguir fracasando. Ya son almas gemelas en el borde del tiempo. Iglesias quiere dar miedo porque ya estaba provocando risa, y Sánchez, que era de risa, da ya miedo, un miedo unánime. Como esos payasos telúricos. Pocas veces el temor ha sido más democrático. Terror psicológico al estilo de «El resplandor» (hay quien está convencido de que Sánchez consulta con el barman y ve niñas en triciclo por los pasillos de Ferraz), antes del gore del próximo sábado, que será más «La matanza de Texas». Sierras mecánicas, hachas, ganchos para colgar el ganado, máscaras de cerdo; piezas sutiles. A lo que íbamos: Pedro y Pablo, dos machos alfa con bajón de testosterona, se han aliado para enfrentarse luego. O Sánchez acaba en Podemos o Errejón en el PSOE, convertido en una marea más.
Este acuerdo por lo bajini convierte a Sánchez en el traidor clásico y perfecto al estilo Shakespeare, el villano «vintage» modelo Fantomas o Darth Vader, el macarra de Tarantino; en la perfecta encarnación del mal. Ahora que por eso empieza a ser interesante como personaje le toca abandonar la escena. ¡Ay mísero de mí, ay infelice! La tragedia en España siempre acaba con un toque de pimienta surrealista. Si no, no estaríamos vivos. Sánchez reedita las dos Españas pero dentro de un microcosmos que es su propio partido. Mientras tanto, todo es esperpento. Todo es delirio, Iceta, a lo Marifé de Triana. Torre de arena. Aunque le guste ser protagonista, súmese al coro y líbrenos de él. Por Dios.
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