Alfonso Ussía

«Puchdamón»

La Razón
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A los separatistas les gusta catalanizar los apellidos. Respondo y me pongo a su altura españolizando el de su nuevo Presidente de la Generalidad, el Muy Honorable Carlos Puchdamón. El señor Puchdamón desea que los «invasores» sean expulsados de Cataluña. Los «invasores», como es de suponer, somos el resto de los españoles. Antipática tarea tiene en el futuro. Para empezar, tendría que expulsar de Cataluña al 70% de los militantes de la CUP, que son hijos, nietos y biznietos de «invasores» españoles. A ver cómo le explica a David Fernández, uno de sus valedores, que se tiene que ir de Cataluña porque sus orígenes no son los adecuados para disfrutar de la «Nova Nació». No se lo ha podido decir todavía porque Fernández se hallaba, junto a Anna Gabriel, nieta de un minero «invasor», en una manifestación convocada en Bilbao en apoyo a los terroristas de la ETA.

«Puchdamón» es la pronunciación correcta. No obstante, a los que no tenemos la suerte de hablar con fluidez el catalán, se nos puede perdonar que se nos escape de cuando en cuando un «Puchdemón».

Lo de la «e» y la «a» se nos indigesta a los «invasores» una barbaridad. Recuerdo una noche inolvidable en ABC, una noche de los «Cavia», ya en el nuevo edificio de la calle Juan Ignacio Luca de Tena. Presidía la Reina. Y el presidente del jurado, el gran poeta catalán y académico de la RAE Pere Gimferrer, principió su discurso. El ganador del «Cavia» había sido Octavio Paz. Ocupábamos lugares cercanos Jaime Campmany y el que escribe, y a los veinte minutos de homilía gimferreriana se instaló en todos los presentes un plácido amodorramiento. Nos habían ofrecido en la cena un delicioso «Pouding (sic) de berenjenas Jockey con salsa propia», y unos «Lomos de rodaballo del Cantábrico braseados al hinojo con patatas al vapor y salsa de cangrejos». De postre, «Turbante de helado de canela con fresas», y todo ello regado con un Blanco Viña Sol, un Tinto Reserva Jockey, y un cava Mont-Ferran Brut. O fueron las palabras de Gimferrer, o la responsable de los bostezos encadenados fue la mezcla del «pouding», el rodaballo, la tarta y los vinos, pero a los treinta minutos de prédica se oían ronquidos en la biblioteca de ABC, y hasta la Reina Sofía, gran dominadora de los inconvenientes, cerró los ojos durante unos segundos. Y le envié un mensaje versificado a Jaime Campmany: «El Pere que greñas peina,/ tiene la palabra sabia./ Pero si habla más, la Reina/ no vuelve a venir al Cavia». Y Jaime, descendiente de catalanes y conocedor del idioma de Espriú –muy de moda en «Madrit»–, me respondió con otro recado en metro y rima: «A ti, lo que más te hiere/ te confunde y desespera,/ es ignorar que, aunque Pere/ debe pronunciarse ‘‘Pera’’». En resumen, que si en lugar de «Puchdamón» algún invasor de Cataluña pronuncia «Puchdemón» no es consecuencia de la mala intención, sino de la ignorancia.

Pero no empezamos bien con esta confusión. A los invasores no se les puede confundir tanto. Con Mas no había discusión posible. Era Mas y punto. En mi opinión, punto final, aunque siga aforado. Yo era partidario de la señora Munté, que se pronuncia igual en español que en catalán, y que por otra parte, ha demostrado que es inteligente al no aceptar el encargo. Lo de «Puchdamón» es un nombramiento de rebote, un dedazo de segunda o tercera opción, aunque nunca se sabe. Puede llegar a ser un buen Presidente de la Generalidad de Cataluña, e incluso, el último.

Porque los «invasors» no le van a permitir su expulsión, cuando han sido los hijos de los «invasors» los que le han abierto las puertas del Palacio de San Jaime, muy curioso de visitar por cierto. Como decía el genial Antonio de Lara «Tono» del monasterio del Escorial. «Un edificio que llama la atención». Eso.