Gobierno de España

Recuperar la confianza entre todos

La Razón
La RazónLa Razón

Con la reelección de Mariano Rajoy, tras casi un año de anormalidad política que ha servido, entre otras cosas, para probar la consistencia de los viejos partidos y de los nuevos, España recupera el pulso. Casi todos los observadores coinciden en que arranca una nueva etapa en la que las Cortes, después de un tiempo de progresiva pérdida de solvencia, vuelven a ser el centro de la vida nacional. A estas horas hay más empeño en que se aborden allí, con el mayor consenso posible, las reformas necesarias, que en que afiancen el proyecto constitucional, amenazado desde distintos frentes, en especial desde el independentismo catalán y desde las nuevas fuerzas políticas, Podemos y sus adherencias comunistas y soberanistas sobre todo, empeñadas en cargarse el «régimen del 78». Así que, en esta nueva etapa, tan importante será ponerse de acuerdo para acometer las reformas precisas, que consoliden el Estado de bienestar y la mejora del sistema democrático, como impedir que los piqueteros irresponsables se salgan con la suya. Actuar con ese equilibrio que consiste en afianzar lo que funciona, que es mucho más de lo que se dice, y arreglar entre todos lo averiado, será la única manera de que la clase política recupere el prestigio perdido y los españoles, la confianza.

En esta nueva etapa debería darse un descanso –una especie de tregua– al pensamiento dialéctico del que tanto se ha abusado en los últimos años y que ha contribuido a crear en la sociedad un clima de pesimismo pernicioso. Los medios de comunicación deberían reflexionar también. Ha habido demasiado criticismo, con el peligro cierto de perder la objetividad. Por culpa de unos y de otros, la opinión pública en España, que se refleja en las encuestas sociológicas, no es hoy sana ni creíble. Este país no va tan bien como pretenden hacer creer desde el Gobierno ni tan mal como se presenta desde la oposición más radical, con especial resonancia en los medios, sobre todo en las redes sociales y en determinados canales de televisión. Este enfermizo empeño en pintar a España de negro está de moda. Los columnistas de la cultura dominante, enraizada en la izquierda decadente, contribuyen no poco a esta deformación perniciosa de la realidad. Y además exhibiendo una empalagosa y falsa superioridad moral. Así que el cambio de chip que exige este nuevo cambio político, que debería servir para mejorar, entre todos, las condiciones de vida de los españoles, elevar el prestigio de las instituciones, tener más presencia en el mundo y recuperar el optimismo, como ha pedido el Rey, y el orgullo de ser españoles, nos afecta a todos y no sólo a los que ayer, a trancas y barrancas alumbraron por fin en las Cortes, entre dolores de parto, después de salir de cuentas, un nuevo Gobierno.