Alfonso Ussía
Rivera-Isco-Pierino Gamba
Cuando era niño, mis padres me llevaron a un concierto de la Orquesta Nacional que dirigía Pierino Gamba. La cosa es que Pierino Gamba era director de orquesta con diez años de edad. El niño que yo era tenía algunos años menos que Pierino, pero mi admiración por su dominio de la batuta me impresionó. Creo que en el repertorio sobresalían las «Danzas Húngaras» de Johannes Brahms, maravillosas, ligeras y pegadizas. Pierino Gamba era un repipi repelente, pero a mis inocentes ojos aparecía como un héroe. Aquellas expresiones de aburrimiento de los músicos de la Nacional, contrastaban con el entusiasmo de quien los dirigía con diez años. Y le obedecían, lo cual se me antojó más extraordinario. Al término del concierto, veinte minutos de ovaciones clamorosas, con Pierino saliendo y entrando del escenario como Pedro por su casa. Mis padres me miraron con un deje de recelo durante un tiempo, como diciéndome «qué pena que no seas como Pierino». Pero mi victoria esperó algunos años para ser definitiva. Pierino cumplió 11, 12, 13, y llegó a los 20 años, y seguía siendo el mismo niño, pero ya sin gracia. No evolucionó. Y pasó de ser un niño prodigio a un joven director mediocre. Como Arturito Pomar en el ajedrez, o Pablito Calvo en el cine. Lo mejor de «Marcelino Pan y Vino», la película inspirada en el texto de Sánchez Silva, es el que Señor se lleva a Marcelino a los azules infinitos, porque otro Marcelino hubiera sido inaceptable. Cuando Pierino Gamba, que ya era Piero, dirigió de nuevo en Madrid, con cuarenta añitos cumplidos, no fue al concierto ni la condesa de Faguás, que tenía el don de la ubicuidad y no se perdía un acontecimiento social, cultural o benéfico, y prueba de ello es aquella cuestación de la Cruz Roja en la que presidió seis mesas simultáneamente.
En el fútbol, Isco creó una ilusión pareja a la de Pierino Gamba. Los madridistas adscritos al entusiasmo pipero, aplaudían a rabiar sus requiebros y sus regates, incluidos aquellos regates en los que Isco era al mismo tiempo el regateador y el regateado. De fútbol sabía más que de música sinfónica en mi infancia, y me atreví a escribir que Florentino Pérez había contratado para el Real Madrid a un gran jugador de fútbol-sala. No puedo reproducir las cosas que me dijeron, porque Isco se ganó el amor de un sector del Bernabéu, y mis palabras sonaron a desprecio e insulto. Pocos meses más tarde, la gente se apercibió de que Isco perjudicaba notablemente el juego del Real Madrid, y comenzaron a oírse pitos y flautas en los graderíos. No obstante, Isco permanecerá en el Real Madrid porque ha prometido que va a jugar muy bien y muy rápido, y que si se lo exige Zidane, su fútbol va a ser tan alegre como el de Morata. Pero para los que sabemos de eso –y saber de fútbol es facilísimo–, Isco es el Pierino Gamba del balompié, y en pocos años no va a engañar ni a la condesa de Faguás, ya fallecida por otra parte.
Y Rivera es el Pierino Gamba y el Isco de la política. Entró como ayudado por cien tubos de vaselina en la esperanza de muchos españoles que se sintieron traicionados por el Partido Popular. Su firmeza en Cataluña y su defensa de la unidad de España y la Constitución convencieron a muchos, y prueba de ello fue su éxito electoral. Rivera es brillante con la palabra y vacío con el concepto. Es el nuevo José Solís Ruiz, siempre inquieto, engatusador y desconcertante. Con sus escaños, que no son tantos, pretende llevar de nuevo a España a las elecciones o al PSOE al Gobierno, siempre con la ayuda de Podemos. Si Rivera no analiza en profundidad el origen de la mayoría de sus votos, y sigue jugando con la voluntad popular de los españoles, puede llevarse un disgusto en las futuras citas electorales que él mismo provoca. Se echaría a perder no sólo él, sino que empujaría al abismo a colaboradores muy valiosos y jóvenes que no comparten su entusiasmo socialista ni su ambigüedad ideológica. Los políticos están obligados a crecer con más rapidez que Pierino Gamba, y Rivera es ya mayorcito para saber lo que hace en un partido joven y prometedor en el que sólo manda él, como sucede en Podemos. Y a Pierino Rivera, no le van a votar, de seguir entorpeciendo la creación de un Gobierno del PP, ni los nietos de la condesa de Faguás, que están tan despistados como el que firma. Rajoy no es ilusionante, pero ha ganado con diferencia. Y reconocerlo y llevarlo a la práctica, es la obligación de todo político demócrata. Detrás de ello, está España. Estoy de Pierino Gamba y sus imitadores hasta las narices.
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