César Vidal
Setenta por ciento
Se acerca la fecha del ilegal referéndum independentista impulsado por los nacionalistas catalanes y se multiplican las encuestas. Al parecer, la bochornosa charlotada la podrían ganar los secesionistas por la sencilla razón de que los partidarios de la democracia y de la legalidad en su mayoría no acudirían a votar. Así, los golpistas contarían con una participación de menos del cincuenta por ciento, pero también con una victoria holgada. Los datos, lamentables y tristes, resultan, como mínimo, verosímiles. Hay, con todo, otro adicional que deja al descubierto la astronómica envergadura de gravísimos errores previos. Entre los jóvenes, el setenta por ciento es partidario de la independencia de Cataluña. Descuenten si lo desean a grupos como esos musulmanes que esperan sólo la separación de España para apoderarse de la región al asalto y quédense sólo con los que nacieron y se criaron en Cataluña. La razón de semejante despropósito se encuentra en haber entregado la educación a las CCAA. Ya hace décadas algunos –poquísimos– advertimos del inmenso peligro que entrañaba esa irresponsabilidad. No se trataba sólo de que la educación no tendría el mismo nivel en todos los rincones de España. Es que, por añadidura, nacionalistas catalanes y vascos la aprovecharían para cavar un foso entre sus regiones respectivas y el resto de la nación. Año tras año, curso tras curso, programa tras programa, España ha sido presentada no como la patria común sino como la entidad invasora y opresora. Daba igual que Cataluña contara con más transferencias que cualquiera de los Länder alemanes o que se meriende el sesenta por ciento del FLA, Madrid la roba y España la pisotea. No importaba que los catalanes ilustres hubieran sido hasta bien entrado el siglo XX españolistas convencidos y orgullosos. Tampoco tenía la menor relevancia que hubiera combatido en la Guerra de Sucesión por el imperio español y no por una supuesta independencia. Al fin y a la postre, los nacionalistas han logrado lavar el cerebro del setenta por ciento de los jóvenes. Y no será porque no se les haya tolerado imponer el nombre catalán de las provincias, saquear al resto de España, perseguir el español –este periódico es de las pocas instancias que ha mantenido la dignidad en esa tesitura– o disfrutar de una impunidad impensable. Al final, el setenta por ciento de los jóvenes se creen la mentira. Hubiera tenido más cuenta escucharnos hace años.
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