Restringido

Sin riendas

La Razón
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Artur Mas decidió un día ser centro de las miradas y ahí sigue. La pasada semana, Obama y su «queremos una España fuerte y unida» colocaba al presidente de la Generalitat en posición desairada. Igualmente se expresaron Merkel y Cameron. Luego lo mismo hicieron las patronales de empresarios y las principales entidades bancarias de Cataluña. Pero nada: Mas, con su propaganda, sigue impertérrito hacia el Estado catalán. Ahora, incluso, ni sus heterogéneos compañeros están dispuestos a hacerlo presidente si gana Junts pel Sí. Natural: políticos como Oriol Junqueras, Raül Romeva, y no digamos si para alcanzar la mayoría absoluta son necesarias fuerzas como la CUP o los votos de los diputados «soberanistas» de la franquicia de Podemos, sienten repelús a Convergència. Al final, el obstinado extravío de Mas puede servir meramente para colocar a la izquierda más radical, reajustada en el nuevo Parlament de Cataluña tras el 27-S, en las mejores condiciones de enfrentar la vía «rupturista».

En realidad, visto con cierta panorámica, hace tiempo que a Artur Mas se le escaparon las riendas del llamado procés hacia la «desconexión» con España. Veamos: estos años se ha construido en Cataluña un sucedáneo independentista de pueblo catalán mientras los responsables del Estado español se hacían los suecos. La Generalitat, dominada por el nacionalismo «moderado», comprometido «con Madrid» en embridar el «secesionismo irredento», ha engordado con dinero público organizaciones cívicas independentistas hasta hacerlas pasar por las genuinas representantes del pueblo. La educación nacionalista ha trabajado en los colegios formando generaciones de niños jugando con «el hombre del saco español». ¡Y nos sorprende que piten al Rey y al himno parte de los hinchas del Barça y del Athletic en la final de Copa!

Ese «nacionalismo moderado» representado por Jordi Pujol, primero, y luego por Mas (con sus respectivos «viajantes» a la capital: Miguel Roca y Josep Antoni Duran Lleida), hace tiempo que dejó de ejercer el liderazgo del proceso independentista. Porque organizaciones cívicas como la Asamblea Nacional de Cataluña y Ómnium Cultural se han hecho más poderosas que los partidos que sustentan al Gobierno de la Generalitat. Fue entonces cuando Artur Mas y otros, a quienes nunca les ha importado huir hacia adelante, cercados por el 3%, vieron que su única tabla de salvación era envolverse en la estelada y de la mano de las nuevas líderes del prefabricado poble catalá, Carme Forcadell (ANC) y Muriel Casals (OC), gritar «Visca Catalunya independent».