Enrique López
SOS en Venezuela
Lo que está ocurriendo en Venezuela debe preocupar a la comunidad internacional y, especialmente, a los países con mayor vinculación como España. Las múltiples protestas contra el régimen han provocado la muerte violenta de más de treinta personas, pero a ello se le une la nueva vuelta de tuerca que pretende dar el chavismo con connotaciones totalitarias a través de la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, que, en palabras de Maduro, será «profundamente comunal, profundamente obrera». Propone una reforma de la Constitución que, a diferencia de la Constitución aprobada por Chávez, que fue convocada con una elección directa y con aprobación posterior con unas nuevas elecciones, se pretende hacer con una parte de los constituyentes electos por los Consejos Comunales y otra parte con obreros, dirigentes populares, etc., es decir, evitando la elección directa y secreta establecida en la Constitución venezolana. El plan parece que consiste en celebrar un gran congreso, al más puro estilo de los antiguos soviets y sin participación de los partidos. Se trataría de conformar una asamblea de «profunda participación popular», cuyos integrantes serán elegidos «en ámbitos sectoriales y territoriales» con voto directo. Con ello, se conformaría una asamblea constituyente más corporativa que democrática y más próxima a los parlamentos propios de estados totalitarios que a la democracia participativa. Con todo ello, lo que se pretende recuperar es el pulso perdido cuando el Tribunal Supremo de Justicia se arrogó las funciones del Parlamento y se vio luego forzado a dar marcha atrás. La maniobra va dirigida a conformar un poder constituyente elegido mediante un sistema que rompe con el poder democrático anterior y que persigue la búsqueda de uno afín al régimen implantado. Se borra cualquier atisbo de cambio democrático en el país, al poder desaparecer las elecciones basadas en las reglas sagradas de la democracia: una persona un voto, directo, libre y secreto. Con este paso, el régimen se coloca ya en el totalitarismo basado en eso que se ha venido denominando populismo, en el que, con apelaciones a la legitimidad del pueblo y la gente, algunos creen tener un poder que debe permanecer más allá de las molestas reglas de la democracia que dan y quitan mayorías, que se basan en la alternancia en el ejercicio del poder de diferentes opciones políticas, para así garantizar desarrollo y prosperidad, y sobre todo equilibrio democrático asegurado por el respeto a la mayorías y el control del poder por parte del ejercicio de la oposición. El problema radica en que cuando alguien se cree el legítimo representante del pueblo y de su sentir, al margen de las reglas democráticas, entiende que cualquier crítica de la oposición es un ataque al sistema político y de forma indirecta al pueblo, puesto que atacar democráticamente al político populista es atacar al pueblo, al parecer por una clase de sinécdoque donde no solo se llama al todo por una parte, sino que se cree que esa parte es el todo. La aversión a la libertad y a la democracia es una enfermedad más extendida de los que creemos y que se debe erradicar.
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