Ramón Tamames

Toda vigilancia es poca

La Razón
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Usualmente abreviado como BPA, se trata de un compuesto orgánico que entra en ciertos plásticos con los que se fabrican productos muy diversos: biberones, botellas para aguas, equipamientos deportivos, dispositivos médicos y dentales, etcétera. Y desde hace tiempo resulta sospechoso de ser nocivo para los seres humanos. Presunción en la que Canadá fue el primer país en avisar a la opinión pública, pasando a prohibirlo como input en determinadas fabricaciones.

La Administración española y las de otros países, y una serie de organismos, opinan que las cantidades de Bisfenol A que se encuentran en los artículos aludidos son realmente mínimas, por lo que no debería tener ninguna clase de efectos perjudiciales.

Pero frente a ese punto de vista, en determinados estudios se concluye que lo importante no es tanto la cantidad como la incidencia continuada día a día. De modo que por mucho que la presencia sea mínima, el Bisfenol A acaba interfiriendo en funciones endocrinas, con muy dañinos efectos sobre determinadas neuronas, y en el desarrollo del sistema nervioso central como conjunto. En cualquier caso, la polémica sobre el Bisfenol A va a continuar, especialmente desde que la Unión Europea, en el año 2011, identificó una serie de referencias a prohibir para consumo humano.

El caso que nos ocupa es uno de los muchos de contaminación química, a los que ya nos hemos referido en esta sección de «Planeta Tierra»: vivimos en un mundo cada vez más complejo, de nuevos compuestos cuya incidencia en la salud humana no siempre está bien estudiada en términos de impactos corporales con la variable tiempo. Entre otras sinrazones porque los plazos de experimentación ad hoc se acortan por presiones comerciales; descubriéndose luego los efectos perversos. En pocas palabras, toda vigilancia y supervisión es poca, y las organizaciones de consumidores y usuarios, así como las Administraciones Públicas, tendrían que prestar a estos asuntos una mayor atención.