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“Torerías y diabluras”

La Razón
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Éste es el título del último libro de Jesús Soto, hijo del torero Rafael de Paula, que el martes se presentó en la Caja Rural. El acto había levantado gran expectación no sólo por el libro. Los padrinos fueron Curro Romero y el siempre imprevisible Paula. Para cerrar la terna, actuó de moderador y presentador Alberto García Reyes, al que le quedan 50 días para su gran momento, ser pregonero de la Semana Santa. Alberto pudo presentar, eso sí con alguna interrupción. Moderar con Paula de por medio es tarea casi imposible. Menos mal que la clase, el señorío y la educación de Curro aportaban tranquilidad. Una vez que el jerezano tomó la palabra ya fue tarea titánica arrebatársela, fue una pura contradicción, eso sí de lo más divertida. Dedicó una primera parte a Obama, pese a que para presentar un libro sobre los grandes mitos del toreo no parece personaje muy afín. Pero además, al tiempo que reivindicaba al ex presidente de EE UU, estaba mucho más cerca en sus formas y en sus palabras de Trump. Abomino de la palabra espectáculo que, según la academia, es aquello que es capaz de atraer la atención, infundiendo el ánimo al deleite, asombro, dolor y otros afectos vivos o nobles. Paula dio el espectáculo, que es otra cosa, y en su caso resultó deslumbrante. En pleno acto, empezó a sacar de una bolsa de plástico del súper más cercano bolsitas, libros, servilletas de papel... con un ruido que los altavoces multiplicaban. Fue uno de los mejores números cómicos que recuerdo. Curro, como en sus faenas, fue breve pero con toda la hondura. El prólogo del faraón que leyó el presentador ya te envolvía en uno de esos lances que siempre añoramos, y más cuando el Domingo de Resurrección está a tiro de piedra. Mi resumen es que compren el libro y lo disfruten porque es de gran belleza y que además, como dijo el autor, se puede mostrar al público gracias a Curro y también a Carmen. Como el presidente de Caja Rural, José Luis García Palacios, se volcó, el cóctel fue magnífico. Resultó, en definitiva, una de las presentaciones más divertidas que recuerdo porque, al final, lo que no se puede hacer en ningún espectáculo, incluidos los toros, es aburrir y aquí no hubo un solo minuto para el aburrimiento.