El desafío independentista
Tóxico «procés»
Cuando el PP llegó al Gobierno en 2012, tomamos conciencia de la dimensión de la crisis económica que Zapatero reconoció el 12 de mayo de 2010 en el Congreso. Rajoy estableció como prioridad absoluta evitar el rescate de la UE, un auxilio que hubiera sido cómodo para el Gobierno, pero muy dañino para la paz social española, como ocurrió en Grecia. Fue un sacrificio muy severo pues la patología exigía cirugía, pero en 2016 España consiguió salir de la recesión y liderar el crecimiento económico en el Eurogrupo.
Un año antes, CiU recuperó el gobierno de la Generalitat, que presidiría el PSC con Maragall y Montilla en sendas legislaturas. Artur Mas pronto tomó conciencia de la gravedad de la situación económica, y también decidió adoptar medidas drásticas: el 15 de junio de 2011, el Parlament aprobaba sus primeros presupuestos de la crisis, con unas medidas tan rigurosas que se intentó que no fueran votadas, dificultando el acceso de los diputados a la Cámara y obligando a Mas a llegar en helicóptero al Parc de la Ciutadella.
El resto forma parte del Procés, inaugurado con la Diada de 2012. CiU puso «rumbo de colisión con el Estado», y se transformó en la víctima del expolio fiscal al que Cataluña era sometida por el PP. «España nos roba», fue su estrategia y relato.
Hoy, 1 de octubre, siete años después, el tóxico Procés ha contaminado todo a su alrededor y todos pagamos sus consecuencias.
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