Jesús Fonseca
Tres hurras por la Reina
Discreción, tenacidad, destreza para servir y ser útil. Esa capacidad para sentir el dolor ajeno y ponerse en el lugar del otro. ¡Cómo aúpa y ensancha la vida Doña Sofía! Un lujo de Reina: infatigable a la hora de currar, prudente, alegre. Ni un escándalo, ni una destemplanza, ni un error de bulto. Felizmente su hijo se parece a ella. Eso dicen los que están cerca. Doña Sofía no está al frente de la Jefatura del Estado pero, cuando las cosas se ponen chuscas, los españoles miran a su Reina, que habla siempre con gestos oportunos, cercanos y acogedores con todos. No hay duda de que ella, la Reina, sostiene a la Corona en tiempos de tribulación. En las secciones de cartas al director de estas últimas semanas, tanto de la prensa nacional como de provincias, he leído algunas cartas con ella como protagonista. «Siga así, siga así», le pide una lectora de Media de Rioseco. «Bien por nuestra Reina», exclama en estas mismas páginas un cordobés de Lucena. La Reina es un personaje indiscutible y queridísimo por su fidelidad, por su soberana paciencia; porque juega todas las cartas a un solo número, con entrega y lealtad. Y porque los españoles –sean de izquierdas o de derechas– saben que el Rey tiene en Doña Sofía a la mejor colaboradora posible en su reto como Jefe del Estado. Porque ella, la Reina, manda. Sería la única mujer que no lo hiciera, por suerte. Doña Sofía es Reina, es esposa, es madre y es abuela. Cuatro quereres en los que viene demostrando buen sentido a manos llenas. Sí, la Reina ha hecho de su vida un acto de amor. Ése es el único secreto de que se haya metido a los españoles en el bolsillo. Sólo el que se mueve por amor es querido de verdad. Como ella, la Reina.
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