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Turturro

La Razón
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Decían que en el cine y en la vida solo triunfan los guapos. Hasta que llegó John Turturro, narigón y flaco, y se ligó a la guapa. Decían que en Hollywood aman al prototipo de rubio, alto, de ojos zarcos, y el italiaamericano que enamoró a los Coen ganó las elecciones de la posteridad con unas interpretaciones magnéticas. Disfrazado con un mono púrpura plantó cara al Notas y a un John Goodman que seguía acampado en Vietnam. Bajo el tupé imposible o la malla para la coleta aprendió a camuflar la turbación que le galopaba. Alcanzó la gloria en «Barton Fink» mediante el papel de un dramaturgo metido a guionista, trasunto de Clifford Odets, que sobrevive a los caimanes de las productoras, al cariño de un serial killer y a las tormentas de bourbon de un William Faulkner desatado. Ya había reventado la banca como secundario en «Muerte entre las flores», pero su interpretación del escritor social realista, discípulo de Stanislavski, que nada más llegar a L.A. alquila habitación en un motel habitado por una especie de Hannibal Lecter, se agarra las tripas para no soltarte. Pudo adocenarse, tumbarse en Mulholland Drive, en un palacio de estilo colonial guarecido por las montañas de Santa Mónica, a recibir guiones blandos, en películas cutres de gran presupuesto, siempre hambrientas de actores sólidos que le den réplica al bello de turno. En realidad, solo ha aceptado aparecer en la muy discutible saga de los Transformers, pero debió de pensar que uno no debuta en el cine bajo la batuta de Martin Scorsese, nada menos que en «Toro salvaje», para luego estropear el mito a base de naderías. Spike Lee lo reclutó para «Haz lo que debas», y los Coen le hicieron fijo. Antes de Barton Fink estuvo «Miller´s crossing», fabulosa cinta de gánsters en sepia; después llegó el Jiiisus en «El gran Lebowski», apenas 3 minutos a ritmo de los Gipsy Kings y un coda, «Nobody fucks with the Jesus», que aguantará en la historia del cine hasta el fin de los tiempos. Después de rechazar docenas de ofertas para televisión protagoniza una miniserie con la HBO, «The night of», concebida para James Gandolfini, suspendida tras su muerte. Creada por Steven Zaillian («Gangs of New York», «La lista de Schindler», «En busca de Bobby Fischer») y Richard Price («The Wire»), ahora Turturro retoma el proyecto. Sangre vieja y fresca para un canal, HBO, que necesita recordar quién manda mientras «Juego de tronos» se aleja más y más del insuperable listón de «Los Soprano» y «Deadwood». Asistí al funeral de Gandolfini, en la Catedral de St. John Divine. Recuerdo pensar que nadie rellenaría semejante vacío. De ahí que la elección de John Turturro suponga una imprudencia, pero si no puedes ganarle al casino mejor lo dinamitas. El hijo de la cantante de jazz y el carpintero que desembarcó en Normandía, director de un embriagador documental sobre Renato Carosone, Mina y otras fieras napolitanas, trae de fábrica un careto entre Franco Battiato y Buster Keaton. El abogado que interpreta en la serie, leal y buscavidas, causará impacto.