Política

José Ramón Pin Arboledas

Una amenaza para el PIB español

Una amenaza para el PIB español
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Un amigo me dice que si queremos decidir de verdad sobre nuestro futuro nos deberían dejar votar en las elecciones estadounidenses. Las decisiones de la capital económica del mundo repercuten en todos nosotros, entonces, ¿por qué no decidir sobre quienes deben tomarlas? Claro está que ese deseo no deja de ser una hipérbole que expresa la interdependencia de la economía global. En un mundo interconectado, el «efecto mariposa» es evidente. Las crisis en un país, incluso remoto, acaban repercutiendo en todos. Ya pasó con el tequilazo mexicano o las crisis monetarias de los tigres asiáticos. Ahora bien, si ese país es EE UU ese efecto es más profundo y más directo. Por eso todo el mundo estaba pendiente de las negociaciones entre el presidente Obama y las cámaras (Senado y Representantes). Si no se llega a un acuerdo se produciría lo que se llama el «abismo fiscal».

El «abismo fiscal» supondría aumento de impuestos en la clase media (entre 2.000 y 3.000 euros por contribuyente) y la reducción de la asistencia social en el país. Todo porque no se aprobarían impuestos para los más adinerados, algo que los republicanos consideran injusto y contraproducente a largo plazo, mientras que el presidente Obama piensa lo contrario. Si se produjera ese «abismo fiscal», su economía retrocedería en 2013. Las clases medias reducirían el consumo, una de las máquinas de su PIB. La administración pública americana reduciría gastos. Las empresas reaccionarían reduciendo inversiones dado que esperarían menos ventas. Wall Street sufriría un desplome y la economía financiera, otra de sus máquinas económicas, entraría en depresión.

Como ya demostró la crisis de las hipotecas «subprime», la recesión no sería sólo doméstica; rápidamente se trasladaría a las economías más dependientes de EE UU: China, Japón, Europa y Suramérica. China podría resistir más o menos, aunque bajara un poco su crecimiento: sus dirigentes están empeñados en crecer a base de consumo interno y en ello aún hay recorrido. Japón hace años que está acostumbrado a crecimientos prácticamente nulos o negativos, aunque su disminución demográfica mantiene su renta per capita. Suramérica tendría problemas, más México que otras zonas, ya que está estrechamente ligado a su vecino del norte; el resto dependería de la evolución de las economías del Pacífico, sus principales clientes.

Pero, para Europa, que aún no ha salido de la recesión en la que entró este año, el impacto sería importante. Se calcula que a la UE le costaría entre 0,5 y 1,0 puntos de su PIB. Lo cual repercutiría en España, cuyo mayor cliente es la eurozona.

Las actuales perspectivas españolas para 2013 varían entre una bajada del 0,5 (según el Gobierno estableció en los Presupuestos) y el 1,6% del PIB, con una salida de la depresión a partir de la segunda mitad del año. El «abismo fiscal» en EE UU supondría añadirle otro descenso adicional, desapareciendo las esperanzas de salir de la depresión a partir del verano. Habría hecho añicos las predicciones de recuperación del Gobierno para 2014. El desempleo se situaría definitivamente en los seis millones de desempleados durante todo 2013.

En conclusión, este fin de año Mariano Rajoy y su equipo económico han debido estar más pendientes de lo que ocurría al otro lado del Atlántico que de las declaraciones de los dirigentes europeos; de las intenciones de los italianos Monti y Draghi, primer ministro dimisionario y presidente del BCE, respectivamente, o de la propia Merkel. Pero también ellos han estado pendientes de Obama y los republicanos. Las noticias indican que en el último minuto se puede salvar este abismo. A la hora de escribir este artículo, el debate sigue en la Cámara de Representantes. Un acuerdo sería bueno para todos. Para los americanos, para los europeos y para los españoles. Afortunadamente para nosotros, los partidos norteamericanos tienen una supraideología encima de sus programas. Para ellos, Estados Unidos está por encima de todo. El delicado equilibrio de la democracia americana impide que el poder esté concentrado. Eso sería mortal si el bien supremo de la nación no estuviera por encima de ideologías partidistas. Aún no está resuelto el tema, pero esperemos que el patriotismo de los estadounidenses lo evite entre hoy y mañana. Si así ocurre, deberíamos aprender los demás. En particular los españoles. Porque, aunque sólo se produzca en EE UU, es bueno para todos.