José Luis Alvite
Una noche con Max Baer
Conviene reflexionar sobre lo que alguien nos dice antes de afirmar que esa persona no tiene razón. Incluso si creemos que no la tiene es aconsejable que no digamos nada sin habernos fijado bien en su aspecto. Podría ocurrirnos lo que le sucedió a Max Baer cuando nadie contaba con que perdiese aquel combate contra Jimmy Braddock. Todo estaba de su parte, salvo aquel proverbial exceso de confianza que le hacía parecer tan arrogante como en realidad no era. Braddock sólo contaba a su favor con las ganas de vivir y una mujer flaca que pasaba privaciones y tenía llanto en la orina. Una noche tuve un jaleo en un garito por discutir con un tipo que yo estaba seguro de que no tenía razón y me puse insolente. Entonces el rudo Pepe Bahana, dueño del local, me llevó de un brazo hasta el final de la barra y me dijo: «A estas horas y en un sitio así, muchacho, los argumentos importan poco. A veces lo razonable es no tener razón y te aseguro que esta es una de esas veces. La razón está en tu cabeza, pero tu jodida cabeza cabe dentro de las manos de un tipo que ni siquiera es dueño de sus deudas y pesa diez quilos más que tú. Sé valiente, muchacho, y calla con la inteligencia interesada de un cobarde. A él sólo le parecerá que has sido sensato». Y eso fue lo que hice, aunque aquel tipo se dio cuenta de lo que ocurría y reaccionó: «Le das la razón a mi peso y a mis manos, supongo. Aceptaré tus disculpas y te prometo volver cuando tú hayas engordado y a mí me convenga admitir que estoy equivocado. Los dos hemos ganado esta noche. Yo dejo a salvo mi orgullo y tú te libras de quince puntos de sutura. Ahora yo haré el ademán de pagar, y tú, que eres razonable, te adelantarás con tu dinero»... (A Manuel Gálvez)
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