Alfonso Ussía

Vicepresidente sansirolé

La Razón
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En la costumbre de la empresa familiar española prevalece la cortesía –hay excepciones notables–, de designar para la vicepresidencia al sujeto más elemental de la familia. El presidente siempre recurre al consejero delegado, y éste a su vez, al director general. El vicepresidente acostumbra a ser un simpático personaje que no da con un palo al agua y su mesa de despacho se caracteriza por la ausencia de papeles. En su carpeta «pendiente de revisar», a lo sumo, y con mucha suerte, pueden hallarse los cromos de fútbol que ha comprado para su hijo. Cromos, por otra parte, con muy escaso recorrido en la ilusión de su vástago porque ya ha completado la colección y regalado a sus compañeros todos los «repes».

En España, más del 97% de los ciudadanos ignoran la identidad del Presidente de la Confederación Helvética. Y en Suiza, el mismo porcentaje desconoce el nombre de su vicepresidente. El vicepresidente se limita a dormitar en los Consejos de Administración y representar a la empresa en los actos de entrega de premios, inauguraciones pictóricas, presentaciones de libros y exaltaciones de la Fallera Mayor, la Reina de la Vendimia o la agrupación vencedora del concurso de muñeiras de Foz. Existen vicepresidentes valiosos, cultos, trabajadores y fundamentales para el buen progreso de la empresa, pero son los menos.

En algún club de fútbol han copiado a la empresa familiar, y prueba de ello es el vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, que tiene el aspecto de ser el más mentecato y sansirolé de su Junta Directiva. Y muy paleto, escrito sea con el respeto que me merece el atractivo innegable de los individuos adheridos al encanto de su aldea y la redondez de su ombligo.

Pues eso. Que se reunió la Junta del «Barça» y nadie quería ser el vicepresidente, hasta que Bartoméu decidió que fuera Jordi Cardoner. Ser vicepresidente de un club de fútbol tiene sólo una ventaja. Que su lugar en el palco está asegurado, siempre que no haya una petición de última hora de una personalidad influyente. En ese caso, la orden presidencial es tajante: «Que le den el asiento del vicepresidente, y a éste lo acomodáis como sea en la grada sur». Un vicepresidente de club está obligado a no abrir la boca, porque de hacerlo, las posibilidades de que suelte una majadería son altísimas.

El simpático Jordi Cardoner, aprovechando que se hallaba en la lejanía austral, ha aceptado ser entrevistado por un diario argentino. Y ha dicho: «En la dictadura de Franco había un equipo favorecido que ganaba las Copas de Europa, y era el Real Madrid». No creo que sea conveniente entrar en la polémica de los méritos deportivos de aquel Real Madrid grandioso con este emisor de sandeces. Hay que analizar la frase de Cardoner desde una perspectiva sociopolítica original y novedosa.

Entiendo ahora que no mereciera la condición de errata de prensa la noticia publicada por «El Diario Vasco» de San Sebastián en el decenio de los sesenta. Figura como tal en el libro de las erratas de Eduardo Ruiz de Velasco. La noticia era la que sigue: «Su Excelencia el Jefe del Estado ha invitado al Presidente de Filipinas, Diosdado Macapagal, a efectuar en los próximos meses una visita oficial a Francia». No tuvo la gentileza de comunicarle previamente su intención al General De Gaulle, como era de cortesía. La diplomacia es muy tiquismiquis.

Jordi Cardoner ha descubierto una realidad política que no ha merecido la atención de los historiadores. Al afirmar que «en la dictadura de Franco había un equipo favorecido que ganaba las Copas de Europa y era el Real Madrid», deja claro que Franco no sólo mandaba en España sino en Europa, en la UEFA, en los sorteos de Zurich, y en la designación de los árbitros. Es decir, que el General Franco era muchísimo más influyente de lo que creíamos en España, y su poder sobrevolaba al de De Gaulle, Salazar, Lord Home, Nikita Kruschev, Aldo Moro y Konrad Adenauer.

La revelación de Jordi Cardoner también nos ayuda a interpretar la frenética e inquebrantable adhesión del Fútbol Club Barcelona a la figura de Francisco Franco. Con la intención de que recomendara también al «Barça» en Europa, el Barcelona fue el único club que concedió dos veces al Generalísimo la Medalla de Oro del club catalán.

Palabra del vicepresidente sansirolé, que es lo mismo que berzotas.