Alfonso Merlos
Victimismo burlón
No se trata de un caso aislado, sino de un patrón de comportamiento en las filas del PSOE. Un doble rasero de mayor tamaño que los campos de olivos de Jaén. Dado que se ha extendido el mantra de que el partido único que monopoliza la corrupción y está enteramente contaminado es el PP, cuando a los socialistas se les imputa o investiga descubrimos un fenómeno nuevo, apasionante, inquietante, divertido: el de la persecución inmisericorde, el de la cacería política, el de la vendetta, el de la conspiración urdida al alimón por diabólicas fuerzas de la derecha con juezas de filiación conservadora. ¡Paparruchas!
El caso del señor Besteiro está sin resolver o, peor, mal resuelto. Porque no estamos ante un paso atrás sino hacia un lado. Pero –más bochornoso– porque retrata el fariseísmo del secretario general del PSOE y demás compadres en el momento de combatir el fraude o la prevaricación o el cohecho o el tráfico de influencias o la falsificación documental; porque es una burla y una ofensa insinuar ante el conjunto de los españoles que el todavía líder del socialismo gallego es víctima de un plan macabro para inhabilitarle como lo que aún no es: el candidato oficialista para las próximas autonómicas.
No, señores, no. Aquí quienes presuntamente han sufrido daños y perjuicios, injusticias de la más diversa índole, son aquellos que han padecido las operaciones supuestamente delictivas de las que ha participado el amigo de Pedro. Y es exactamente eso, nada más que eso, lo que se está ventilando en los tribunales. Cuando uno coloca el listón de la regeneración democrática excesiva y exquisitamente alto corre el riesgo no de hacer el ridículo sino de perder su cuasi-completa credibilidad. ¿Verdad, señor Sánchez?
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