Teatro
Ya lo pensará mañana
Más que lo que se dice, en los entremeses de la investidura prima la puesta en escena. Cuando no se tiene qué decir, lo mejor es hacer como los magos, distraer al personal para que no se note el truco. Muchos directores de escena merecerían la cárcel por ambientar una comedia burlesca de Cervantes en el siglo XXII. Lo peor de los años sesenta no fueron los adoquines, sino la putrefacción de teatro y de la ópera. Luego llegó la gastronomía, una ridiculez más del siglo XXI. La «mise en escene» de Pedro Sánchez en su vuelta al Congreso estaba tan calculada, tan moderna como los pantalones vaqueros en una función de «Jesucristo Superstar». Que luciera unos jeans durante el discurso de Rajoy valió como dos ruedas de prensa. Mi padre diría sólo por eso que Sánchez es un hombre que no se viste por los pies. Alguien que no respeta con su vestimenta a sus compañeros de trabajo o a sus anfitriones. Un mamarracho. Los vaqueros era su manera Massimo Dutti de colocarse frente al sistema. Su puesta en escena sustituía al argumento. «Ya lo pensaré mañana, el sábado será otro día». Al cabo, Escarlata O’Hara demostró que tenía muchos arrestos, pero no podía disimular que procedía de una familia de potentados esclavistas. Escarlata se hizo un vestido con unas cortinas de terciopelo verde, intentó guardar las formas en la derrota. El señorito Escarlato que fue Sánchez quería llegar más allá. Sus vaqueros –a estas alturas parece increíble que todavía sean sinónimo de rebeldía– vociferaban «no es no». Si hubiera consultado a Francisco Nieva, ese ninguneado culmen de la cultura española, habría optado por un disfraz de sátiro o de marqués decimonónico. El teatro del Congreso no tiene quién le represente en condiciones de ganar un Max. Pablo Iglesias hace una función de fin de curso al estilo de los grupos independientes de los setenta. Castañuela ibérica. La de Sánchez es más de series de televisión. ¿Qué habrían hecho en «House of Cards»?, debió preguntarse. Él mismo se encargó de avisar por la redes que regresaba a su escaño. Como en un cutre episodio de la primera temporada de «Black Mirror». El señorito Escarlato dará mañana su respuesta. Pulsará el botón nuclear con el que el PSOE se hundirá en el fondo de Tartessos, donde reina Susana Díaz entre mitos y leyendas o entre pitos y flautas. Haga lo que haga, el hombre que estaba llamado a reconstruir los restos del naufragio se convierte en un pirata como del «Odyssey». En estas circunstancias, no tiene sentido oponerse a Rajoy, dispuesto ahora a firmar lo que le pongan por delante para no ir marcha atrás. Pero la puesta en escena no se lo permite. Busca mejor galán en la barriga de Iglesias.
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