Restringido
Ataque a un periódico intachable
Nadie puede, desde la más mínima honradez intelectual, transferir un ápice de la responsabilidad de los actos terroristas sufridos en Barcelona y Cambrils que corresponde a los asesinos yihadistas. Por ello, creemos que tanto el consejero de Interior de la Generalitat, Joaquim Forn, como el mayor de los Mossos, José Luis Trapero, se han equivocado gravemente al alentar las insinuaciones de una supuesta campaña de Prensa, orquestada por no se sabe quién, que han puesto en la diana de los extremistas de toda laya al director de «El Periódico de Cataluña», Enric Hernández, que ha tenido que salir a la calle escoltado por la Policía, a cuenta de una información veraz y contrastada. Si son intolerables en cualquier caso los infundios extendidos por dos funcionarios que se deben al mejor servicio de los ciudadanos –como ha denunciado la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) en un duro comunicado contra la actitud de la Generalitat y su persecución de la libertad de expresión–, lo es más aún cuando se trata de desprestigiar a un medio de comunicación como «El Periódico de Cataluña» que siempre se ha caracterizado por su profesionalidad, seriedad y buena factura, que está dirigido por un periodista sólido e impecable en el tratamiento de la información y que fue fundado por Antonio Asensio, ya fallecido, que ha pasado a la historia del Periodismo español como de sus más grandes visionarios. Con una circunstancia, además, que dice mucho de la calidad moral de sus protagonistas. El director del diario puesto en cuestión había conocido la existencia de una alerta antiterrorista de la CIA para Las Ramblas de Barcelona cuando ésta se produjo en mayo. Con la información en su poder, y anteponiendo los intereses generales y de servicio a los ciudadanos que también se encuentran entre los principales deberes de nuestra profesión, decidió, previa consulta con las autoridades policiales de Cataluña y con la Generalitat, no publicarlo para no perjudicar las investigaciones ni sembrar graves alarmas públicas. Como pago a un comportamiento digno de todo elogio, ha sido insultado desde una tribuna pública. Se puede entender, aunque no lo compartimos en absoluto, que los representantes de la Generalitat, –que han tratado de politizar en beneficio de su proyecto separatista la tragedia terrorista– trataran de justificar con subterfugios dudosos el haber sido sorprendidos en una flagrante mentira. Incluso que, desde su óptica sectaria, intentaran endosarle la responsabilidad al Ministerio del Interior, acción que se califica por sí misma, pero raya en el absurdo el ataque a un medio de comunicación que sólo ha cumplido con su deber de informar y que, como hemos señalado, lo ha hecho verazmente y sustentando la información con las pruebas documentales pertinentes. Por supuesto, el aviso de la CIA trasmitido el pasado mes de mayo de que se podía producir un atentado islamista en Las Ramblas –una alerta entonces sin confirmar por falta de elementos probatorios de fuentes conocidas– cobra ahora, una vez producidos los hechos, una significación diferente, pero hay que insistir en ello, no puede traducirse con la simpleza de la causa y efecto. Ni «El Periódico de Cataluña» ni el resto de los medios de comunicación que se ha hecho eco de la información, han establecido relación de causalidad alguna. Si alguien ha podido dañar la imagen de la Policía autónoma catalana es, precisamente, quienes desde la propia Generalitat han manipulado conscientemente los hechos para sus propios fines. Son los mismos que azuzan la persecución pública de quienes discrepan del separatismo y no se avienen al silencio. En Cataluña hay, sin duda, un grave problema para la libertad de expresión.
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