Fuerzas Armadas
España en la Europa de la defensa
Las Fuerzas de Seguridad, la Monarquía y el Ejército son las tres instituciones más valoradas por los españoles, según el CIS, a las que aprueban en todas las franjas de edad. Las Fuerzas Armadas cumplen su misión con profesionalidad, entrega y discreción, así como lo estipulado en la Constitución: «Tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». El Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire son un ejemplo de compromiso público y quienes mejor se adaptan a las exigencias coyunturales, incluida la crisis económica, que, aunque afectando a su presupuesto –desde 2008 se ha reducido un 32%–, en poco ha reducido su capacidad operativa. Sin embargo, en el terreno presupuestario este año se ha producido un incremento importante –que también sobrepasa el 30%– en un programa de armamento, hasta alcanzar los 7.635 millones de euros, para situarse en cifras de 2010. España, que tiene un ejército homologable con los mejores formados de mundo, no tiene, sin embargo, una cultura de defensa. No la cree necesaria y políticamente es un tema sujeto a los cambios políticos, a las circunstancias de cada legislatura, y por no hablar de que todavía queda lejos un plan consensuado a largo plazo que trascienda el período legislativo de cuatro años. Habría que evitar hacer ejercicios estériles de demagogia o de un antimilitarismo edénico cuando existen riesgos objetivos a los que las sociedades libres y democráticas deben hacer frente. Sin embargo, la realidad de los hechos va por otro camino marcado por nuevas amenazas: el terrorismo yihadista y la ciberguerra. Dos desafíos de ámbito global que necesitan una respuesta conjunta. De hecho, en todos los teatros de operaciones en los que participa España se actúa bajo el mando de organizaciones internacionales de defensa e intermediación: OTAN, ONU o EUFOR, EUTM. En estos momentos, las necesidades de defensa de todos los países de nuestro entorno son comunes y hay que participar en ella dentro de nuestras posibilidades, pero con un compromiso firme. Por un lado, España se ha comprometido con la OTAN a cumplir los acuerdo de la cumbre de Newport (Gales) de 2014, por el que los países miembros situarán en el 2% del PIB su gasto militar para 2024. La titular de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha anunciado a finales del año pasado que en siete años incrementará el presupuesto de su departamento un 80% hasta situarse en los 18.000 millones de euros. No es una exigencia fácil de cumplir, de hecho lo incumplen 23 de los 28 socios, y lo cumplen Estados Unidos, Grecia, Estonia y Polonia; pero aquí se abre un problema complejo y no carente de polémica suscitado con la llegada de Trump a la Casa Blanca, que ha exigido que EEUU no cargue con el peso de la defensa mundial. Europa se enfrenta al reto de una defensa propia. Presupuestariamente, España está muy por detrás de otros países de la OTAN –sólo invertimos, de momento, lo correspondiente al 0,9% del PIB–, sin embargo nuestro papel en las misiones internacional está muy por encima. Nuestras Fuerzas Armadas, que son reconocidas por su eficacia y experiencia, participan en estos momentos en dieciséis operaciones en todo el mundo con un despliegue de 2.469 efectivos en Líbano, Senegal, Gabón, República Centroafricana, Irak, Afganistán o Colombia; además de prorrogar sus participación en la Policía Aérea del Báltico de la OTAN o ponerse al mando en unos días en una operación clave contra el yihadismo, como la misión de la UE en Mali. Nuestros Ejércitos están preparados para asumir todas las responsabilidades, pero también necesitan medios.
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