Parlamento Europeo
Europa unida frente al Brexit
Los 27 países que forman la Unión Europea han aprobado por unanimidad la posición común en los acuerdos con el Reino Unido para poner en marcha el Brexit. El principio del que se parte es en sí mismo una declaración política y supone una toma de posición para evitar la división dentro de la UE: se negociará unidos y, como señaló el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, esa unidad se mantendrá a lo largo de todo el proceso con el objetivo de que el resultado sea «justo y equitativo para todos los Estados miembros y en interés de sus ciudadanos». En el contexto político abierto por la salida del Reino Unido de la UE, la irrupción de fuerzas abiertamente antieuropeístas y la llegada inesperada de Trump a la Casa Blanca era necesario que los Veintisiete adoptasen una postura común y se pospusieran las negociaciones que cada Estado pueda emprender. O dicho a la manera de la presidencia del CE, primero hay que «resolver el pasado», es decir, la salida de Reino Unido. Con la puesta en marcha del Brexit se van a concretar por primera vez las consecuencias reales del nacionalismo en su versión más populista y de la recuperación de las «soberanías nacionales», cuyo nuevo teatro de operaciones está situado en Francia, donde tanto el extremismo de derechas (Le Pen) como el de izquierdas (Mélenchon) propugnan la revisión de los acuerdos europeos, incluso dejar la UE. Es la primera vez que Downing Street se va a enfrentar con lo que supone abandonar las instituciones europeas. El adelanto electoral anunciado por Theresa May para el 8 de junio no cambia en nada la agenda o, en todo caso, deberá servir precisamente para que la ruptura se realice ordenadamente, siguiendo las dos fases previstas: la primera, para resolver la desconexión y, una vez concretada ésta con todas consecuencias, la segunda, que supondría abrir un nuevo marco de relaciones con el Reino Unido, momento que May quiere adelantar como sea. Sobre ese punto, Marino Rajoy aboga por mantener las mejores relaciones posibles con un país con el que nos unen lazos comerciales y también personales. Sobre este último aspecto, el documento firmado ayer en Bruselas da prioridad a los derechos de los ciudadanos, tanto de los europeos en Gran Bretaña como el de los británicos en el continente. En ese apartado, el articulado se ha forzado hasta reclamar garantías de que, tras un periodo legal de residencia de cinco años, se reconozca el derecho de adquirir la residencia permanente. Ya con la inclusión de la cláusula 22, en la que dice que «ningún acuerdo entre la UE y Reino Unido podrá ser aplicado en el territorio de Gibraltar sin un acuerdo entre España y Reino Unido», los británicos quedaron desconcertados. Ahora parece que también les ha pillado por sorpresa la inclusión de otra cláusula, muy forzada por Dublín, que habla de hacer realidad una Irlanda unida, con lo que estaría resuelto el problema fronterizo con Irlanda del Norte, aunque sea reabriendo un conflicto que nadie quiere volver a vivir. Aunque improbable de llevarse a cabo, Londres se está enfrentando, paso a paso, a las consecuencias más nefastas del Brexit. Pero a pesar de la imagen de fuerza que ha ofrecido la UE, la negociación acaba de empezar y no hay que descartar que se produzcan grietas en la alianza europeísta. La cuestión del dinero será central, ya que, tras la marcha del segundo contribuyente neto de la Unión, los Veintisiete deberán decidir quiénes aportan lo que se ha dejado de ingresar (10.000 millones de euros anuales), si serán los países ricos o si se reduce el presupuesto. De momento, sólo sabemos que el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha adelantado que Alemania no va a poner un solo euro más. Nadie pensaba que el Brexit iba a ser fácil.
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