Barcelona
Ni un cheque en blanco
Si el líder socialista, Pedro Sánchez, y la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, tienen un tema realmente importante que tratar en estos momentos es cuál va a ser la política de pactos con Podemos porque no es poco lo que está en juego: por experiencia sabemos que las alianzas parasitarias (recordemos el «tripartito» de izquierdas catalán obsesionado con fraguar un pacto anti PP) acaban pasando factura porque para el electorado más fiel suponen ver desvirtuado el ideario del partido al que confía su voto. El PSOE se encuentra ahora con el dilema de poder recuperar los gobiernos de la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Extremadura con el apoyo de Podemos, además de varias alcaldías con algunas de sus franquicias. Cuidado con algunas victorias. Susana Díaz ha marcado con claridad el criterio que el PSOE debe seguir en estas alianzas: ni ser un puente para Podemos, ni propiciar un pacto en contra de la formación de Pablo Iglesias. Si los socialistas aceptan este pacto sin condiciones claras corren el riesgo de ser devorador por un partido que, hasta el momento, sigue sin tener prisas en demostrar experiencia alguna de gobierno. Como ejemplo de esta voluble política, Iglesias se ha permitido decir que, para arrebatar al PP la presidencia de la Generalitat Valenciana, ve más posible un acuerdo con Compromís porque su líder, Mònica Oltra, le cae «más simpática» que el socialista Ximo Puig. ¿Vieja o nueva política? Parece que los tiempos de Podemos son distintos a los de la política de gestión. Todo hace pensar que el objetivo de Iglesias es llegar a las elecciones legislativas de noviembre sin quemarse ni en la política municipal, ni en la Administración autonómica. El PSOE puede convertirse en la pieza clave para tomar el cielo por asalto. El alarde de soberbia política realizado ayer por Pablo Iglesias fue realmente clarificador. Si su objetivo era exhibir su control absoluto sobre la voluntad del PSOE de apoyarles allí donde lo necesitan, puede decirse que lo ha conseguido, porque al líder de Podemos le sobran desparpajo y habilidades propagandísticas. Lo demostró la pasada noche electoral atribuyéndose la victoria de Manuela Carmena en Madrid y el espíritu insuflado a la ganadora en Barcelona, Ada Colau. Sólo a los más despistados o directamente abotargados por la ilusión podría escapárseles la intención instrumental que estas candidaturas de «unidad popular» tienen para los objetivos de Podemos. El segundo instrumento es ahora el PSOE. Susana Díaz así lo ha visto: los socialistas no debería aceptar que Iglesias diga: «Ahora se puede hablar». ¿Quién marca las líneas rojas de lo que se debe hablar? Díaz dejó las cosas claras: «Me resulta llamativo que esta fuerza política dé por hecho que donde ellos tengan opciones de gobernar, el PSOE los tiene que votar». Ni un cheque en blanco.
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