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No es Franco, es la economía
El mismo día que se disolvían las Cortes por la imposibilidad de formarse Gobierno, el Tribunal Supremo daba luz verde para que el Gobierno (en funciones) pueda exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. El mismo día, también el presidente del Gobierno (en funciones) se dirigía al mundo –a falta de dirigirse a la nación en su frustrado discurso de investidura– en la sesión inaugural de la ONU y, desde allí, mandó un mensaje: «Hoy vivimos una gran victoria de la democracia española». Sólo un dato ha venido a empañar la jornada: un informe del Banco de España anuncia un cambio radical de la economía española. No hay Gobierno, pero mientras se resuelve este impedimento que nos ha llevado a que haya cuatro elecciones en cuatro años, Franco, muerto en 1975, se ha situado en el centro del tablero político. De nuevo se convierte en el detonante movilizador de una izquierda desganada ante la imposibilidad de Sánchez e Iglesias de formar Gobierno. A los estrategas de La Moncloa ha venido a verles la diosa Fortuna: no pueden conjuntarse tantos astros en una carta de navegación en la que la abstención –y la división de la izquierda– era un escollo a tener en cuenta. De nuevo, se opta por la ideología –las ideas inmutables a las que ha de adaptarse la sociedad– y el capítulo más tóxico, la Guerra Civil, dejando que los asuntos de interés general (economía, educación, sanidad, retos energéticos...) ocupe un lugar lateral. Sin embargo, también ayer, esa constelación de fortuna quedó oscurecida por un inoportuno baño de realidad: el Banco de España certificó que la economía española se frena y que sus previsiones de crecimiento caen del 2,4% a 2%. Además, el organismo detecta que nuestra economía pierde fortaleza y la desaceleración es mayor de lo previsto. Mientras, el Gobierno, con presidente y vicepresidenta a la cabeza, celebraban una «victoria de la democracia» al poder exhumar a Franco, según sus planes, de manera urgente. La sentencia, dictada por unanimidad, es de ejecución inmediata, por lo que se prevé que la exhumación se llevará a cabo en unas semanas. Como dijo la vicepresidenta Carmen Calvo, se hará rápido, «porque es mejor hacerlo lo más lejos posible de la campaña electoral», olvidándose que los plazos para la ejecución de la exhumación y la reinhumación en el cementerio del El Pardo-Mingorrubio (Madrid) deberá hacerse en el tiempo que va desde la notificación de la sentencia y antes de que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el recurso que la familia de Franco ha anunciado ya interponer. Es decir, el entierro en el lugar asignado por la sentencia en el panteón familiar de El Pardo se realizará de hecho durante la campaña electoral. Calvo olvida muy sesgadamente que en estos comicios la campaña tiene sólo ocho días de duración. Poco margen tendrá la familia porque el recurso ante el TC no paraliza la exhumación, ni podrá presentarse en Estrasburgo, también según sus planes, hasta que el Alto Tribunal resuelva primero. Sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos se había convertido en la medida estrella del Gobierno de Sánchez, acompañada de un largo litigio judicial y administrativo, que tuvo la modificación de la Ley de Memoria Histórica, el 24 de agosto de 2018, como palanca y que obligaba a que en Cuelgamuros sólo podían yacer víctimas de la Guerra Civil. El TS argumenta en su sentencia que esta norma no es una ley de «caso único» –hecha sólo para una persona–, porque había una excepcionalidad, pese a que la Ley de Memoria Histórica sólo se hizo para exhumar a Franco. Situar al dictador en el centro de la campaña electoral no ayudará en nada a construir en el Valle de los Caídos un Arlington español como muchos querrían, ni un lugar de reconciliación. La izquierda más intolerante ha utilizado la memoria colectiva como una trinchera para seguir sacando lo peor de las dos Españas.
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