Las correcciones
Groenlandia y la antidiplomacia
La disputa, abierta antes de que el 47º presidente tome posesión, se resolverá con más presencia de EE UU en la isla
Desde su finca de Mar-a-Lago, entre partidas de golf y copiosos banquetes, Donald Trump ha dado una de las ruedas de prensa más reveladoras sobre cómo piensa cumplir sus promesas electorales para Hacer América Grande de Nuevo (MAGA, en sus siglas en inglés).
El presidente electo prometió «arancelar a Dinamarca a un nivel muy alto» a menos que el país renunciara a Groenlandia. También sugirió que Estados Unidos necesitaba controlar el Canal de Panamá, que el país construyó hace más de 100 años, debido a su papel estratégico y que Canadá podría ser el Estado 51º. A la pregunta de si excluía el uso de la fuerza o la coerción económica para lograr sus objetivos el presidente electo no quiso descartar ninguna de las dos opciones.
El martes, los líderes europeos se habían despertado con el sobresalto de la visita de Donald Trump Jr a la isla danesa, la más grande del mundo con 56.000 habitantes. El presidente electo lleva desde 2019 tratando de ganar el control de este enclave estratégico en el Ártico. Durante su primer mandato, dijo que Estados Unidos debía adquirir Groenlandia, pero la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, respondió que «no estaba en venta».
La obsesión de Estados Unidos con la isla no se circunscribe a los Trump. El presidente Harry Truman consideró la compra del territorio tras la Segunda Guerra Mundial como forma de prevenir un posible ataque soviético. La transacción no se materializó, pero se permitió a Estados Unidos construir una red de bases, incluida Thule, que se convirtió en una estación clave de alerta temprana de misiles. Este escudo militar reforzó la sensación de seguridad de los estadounidenses y los groenlandeses.
A parte de ser un enclave estratégico, Groenlandia es un territorio rico en recursos naturales y tierras raras, necesarias para la industria de los microchips. Estados Unidos quiere terminar con la dependencia de Occidente de China en estas materias esenciales para la economía verde. Los daneses, como es lógico, no quieren perder terreno. El rey Federico X ha rediseñado su escudo de armas para agrandar el oso polar, en representación de Groenlandia. Trump debería pulir su diplomacia si no quiere que se le ponga cara de Putin con su expansionismo en Europa. Si es hábil, podría llegar a un acuerdo satisfactorio para las dos partes. El ministro de Exteriores danés, Lars Løkke Rasmussen, ya se ha mostrado dispuesto a hablar sobre «cómo podemos cooperar aún más estrechamente para que se cumplan las ambiciones estadounidenses [en el Ártico]». La controversia, desatada a unas semanas de que Trump tome posesión, puede resolverse con un aumento de la presencia estadounidense en la isla como ocurrió hace 70 años.
El mundo hoy no es el mismo de 2019, nos enfrentamos a una agresión de Rusia en Ucrania y a una China que ya no oculta sus ambiciones de convertirse en una potencia hegemónica y que ha intensificado su espionaje y sabotajes a Occidente. Trump va a seguir muy de cerca el referéndum de independencia que se celebrará en Groenlandia en abril. Ni el presidente electo ni los daneses quieren la autodeterminación de este vasto territorio que está tanto a 4 horas de Copenhague como de Nueva York. Este es el interés común de europeos y americanos que debe prevalecer, por encima de las divisiones entre aliados que solo benefician a Putin y a Xi.