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Opinión

La sucesión del faraón

Las apuestas han empezado a correr en el PSOE, aunque el discurso sea de unidad en torno al líder. Pero a nadie se le escapa que Sánchez está amortizado

Sánchez ha encontrado Puente lo que le hacía falta: agresividad y malos modos EUROPAPRESS

Se puede estirar un chicle, pero no todo lo que se quiera. La legislatura está muerta hace meses. Los audios de la «fontanera», las informaciones sobre Koldo y Ábalos, la detención de Cerdán y el asunto de los prostíbulos son los últimos detonantes concentrados en unas pocas semanas, pero Sánchez está herido de muerte desde hace mucho más tiempo.

Cuando un presidente no sale a la calle para evitar abucheos, significa que le reprueban a cada ocasión que hay oportunidad y que están muy movilizados los que quieren echarle, esa es la situación real que afronta Pedro Sánchez.

Las maniobras para retener el sillón son un espejismo que dura lo que tarda en secarse la tinta de las portadas de los periódicos, pero acrecienta el deterioro del líder socialista ante la sociedad española.

Por ejemplo, el pleno del Congreso del día 9 de julio fue interpretado por La Moncloa como un cierre de la crisis ocasionada por el encarcelamiento del que ha sido secretario de Organización, aunque la noticia del acuerdo del cupo catalán días después vuelve a probar la idea, mayoritariamente extendida, de que Sánchez pone en venta a los españoles por su sillón.

Pan para hoy y hambre para mañana, porque en menos de 15 días, los socios, que impidieron una cuestión de confianza o un anticipo electoral, han tumbado dos de las iniciativas más necesarias para el Gobierno, el decreto antiapagón y la reducción de la jornada laboral, que el Ejecutivo tuvo que retirar del pleno para que el batacazo, público, no fuera aún mayor.

Sin presupuestos y sin mayoría parlamentaria, la situación es que permiten a Sánchez dormir en La Moncloa, pero solo para seguir centrifugando España, mantienen al paciente en estado de coma y solo le despiertan para que firme algunas cesiones a sus intereses independentistas.

Cada vez que Aldama, Koldo, Ábalos o Cerdán hablan o filtran alguna información, se reúne el gabinete de crisis socialista con carácter de urgencia. Sánchez depende de Puigdemont, de ERC, de los amigos del Peugeot y de los informes de la UCO, demasiados contingentes para afirmar que la legislatura durará hasta el año 2027. Todos los partidos lo saben y han puesto el piloto automático en modo elecciones. Es evidente, en el PP y en el PSOE, que muestran una agresividad propia del tramo final de un mandato legislativo.

Los socios mantienen a Sánchez en estado de coma y solo le despiertan para que firme algunas cesiones

Los incendios provocados por el «caso Montoro» y por la diputada popular que falseó su currículum han desviado el debate, en un caso, intentando neutralizar el castigo que Feijóo estaba infligiendo y, en el otro, desviando la atención mediática fuera de la órbita de la corrupción o de los problemas de gobernabilidad.

El miedo a la discrepancia interna es otro indicador de que Sánchez está débil. Óscar Puente abandona la baja por paternidad, un día sí y otro también, para arremeter en redes sociales contra García-Page, Eduardo Madina o cualquier otra personalidad socialista que les inquiete.

Sánchez ha encontrado en el vallisoletano lo que le hacía falta. Alguien de su agresividad, lenguaje tabernario y malos modos no es fácil de encontrar. A nadie extrañaría que, en su infancia, fuese el abusón de la clase.

El comportamiento es como el de una secta en la que todo está al servicio del líder. Insultan al presidente manchego y hacen todo lo posible para que pierda las elecciones autonómicas, hasta el punto de enviar hooligans a insultar a las puertas de Ferraz al único socialista que tiene mayoría absoluta en su región.

Lo de Madina es ya algo obsesivo, no se sabe bien si es porque Sánchez nunca le ha perdonado tener mucha más formación académica e intelectual o porque teme un movimiento interno del político vasco.

Sin duda, Madina es un riesgo para él. Socialdemócrata por convicción, con experiencia política sobrada, abandonó la primera línea voluntariamente por profundas discrepancias con la línea sanchista.

Cuenta con prestigio académico y profesional, con una imagen pública intachable, aglutinaría a muchos militantes del PSOE y el apoyo mediático suficiente. No es casualidad que se hayan conocido grabaciones de Koldo dando instrucciones a los suyos para realizar presuntos seguimientos de sus pasos.

No sería de extrañar que, desde el núcleo duro actual se promocionase algún personaje como Óscar Puente

Los cargos intermedios del Partido Socialista son una suerte de corredores de apuestas cuya supervivencia depende de apostar por el caballo ganador. Sus asientos, tanto en los ayuntamientos como en los parlamentos autonómicos, peligran en función de llevar el boleto correcto.

En este momento, las apuestas han empezado a correr, aunque el discurso sea de unidad en torno al líder. Pero a ninguno se le escapa que Sánchez está más que amortizado y esperan el momento adecuado para tomar posición.

Estos procesos suelen ser rápidos una vez que el desgaste de la dirección es irreversible. Cualquier novedad judicial o política actúa como desencadenante, en la medida que eso ocurre, las miradas de los militantes se detienen en otros posibles liderazgos.

La sucesión de Sánchez va a ser una pugna interna entre el «sanchismo» y la socialdemocracia. No sería de extrañar que, desde el núcleo duro actual se promocionase algún personaje como Óscar Puente, pero, como buen faraón, se llevará a todos con él a la pirámide.