Las correcciones
El pulgar del emperador y el destino de Ucrania
Los ucranianos podrían rebelarse contra el pulgar del emperador Trump como hicieron con el del zar Putin en 2022
Volodimir Zelenski aguarda como un gladiador herido el giro del pulgar del emperador Trump para decidir el destino de Ucrania. El mismo día que el presidente ucraniano decía a «The Guardian» que Europa no podía ofrecer garantías de seguridad sin Estados Unidos, Donald Trump parecía confirmar sus peores temores al anunciar conversaciones de paz con Rusia sin contar con Ucrania. La conversación de 90 minutos entre Trump y Putin se produjo sin conocimiento previo de Ucrania ni de la Unión Europea. La llamada provocó una enorme satisfacción en Moscú y un profundo desasosiego en Kyiv y Bruselas. La televisión estatal rusa, vehículo de la propaganda del Kremlin, celebró que durante la conversación no se hubieran producido connotaciones negativas por parte de Trump ni se hubiera hecho referencia a la agresión de Rusia en Ucrania. «Todo es muy cortés», afirmó el presentador estrella de la televisión rusa, Vladimir Solovyov, sancionado por la Unión Europea. «Hoy es el día en que se lanzó una operación justa para la desnazificación en Ucrania», dijo Solovyov ese fatídico 24 de febrero de 2022 del que dentro de diez días se cumplirán tres años.
Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, aseguró que Putin había trasladado la necesidad de eliminar las «causas profundas» de la guerra. La frase sugiere que el presidente ruso habría puesto sobre la mesa la posibilidad de sustituir a Zelenski por un presidente títere afín a Moscú. Cabe recordar que ésta ha sido una de las principales motivaciones de Rusia desde el inicio de la invasión ilegal en Ucrania. Cuando los tanques rusos entraron en el país en febrero de 2022, se creyó que la capital, Kyiv, caería pronto y que el resto del país no duraría mucho frente a un enemigo más poderoso en hombres y balas. Zelenski sería reemplazado por un peón del Kremlin para frenar las aspiraciones de la ex república soviética de entrar en la UE y en la OTAN. Pero la rebeldía de los ucranianos demostró que se podía plantar cara a las fuerzas invasoras y esa resistencia numantina convenció a Estados Unidos y Europa de que debían suministrar toda la ayuda necesaria a Ucrania para evitar una derrota catastrófica para el mundo libre.
Este apoyo clave de Occidente y, en concreto de EE UU, es el que ahora está decayendo. Putin ha exigido que Ucrania reconozca la soberanía rusa en el Donbás, así como en Crimea, que el Kremlin se anexionó ilegalmente en 2014. También quiere que Ucrania sea un país «neutral» y abandone su ambición de unirse a la OTAN. En este sentido el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, calificó de «objetivo ilusorio» el deseo de Ucrania de volver a las fronteras de 2014 y descartó el ingreso del país a la Alianza Atlántica, en lo que se interpreta como un giró dramático de la posición de EE UU a favor de Rusia.
Trump, que todavía está a tiempo de sentar a Ucrania en la mesa de negociaciones desde una posición de fuerza, debe ser consciente de que no es lo mismo conversar con Putin por teléfono o cara a cara en Arabia Saudí que poner fin a una guerra de tres años. Ucrania, además, podría rebelarse contra el pulgar del emperador como hizo con el del zar en 2022.