Las correcciones
Sólo Trump cree en la paz con Putin
El presidente de EE.UU. prometió terminar con la guerra de Ucrania en 24 horas; casi tres meses después el conflicto sigue imparable
Donald Trump prometió en la campaña electoral terminar la guerra de Ucrania en 24 horas. En su discurso de investidura se presentó como un presidente «pacificador», pero casi tres meses después de su llegada al poder las guerras en Ucrania y en Gaza siguen con igual o más intensidad. La negociación de la paz es un proceso enormemente complejo y tedioso que requiere de altas dosis de paciencia y de creatividad hasta llegar a soluciones que puedan ser aceptadas por enemigos irreconciliables.
La promesa de Donald Trump de llegar a acuerdos rápidos parece haber envalentonado a Vladimir Putin que interpreta esta urgencia como una oportunidad para extraer más concesiones. La llamada de dos horas entre Trump y Putin –la segunda desde que el estadounidense tomó posesión en enero– ha expuesto las carencias del negociador alfa y las dificultades de alcanzar un acuerdo de paz duradero. En la larga conversación, el presidente ruso rechazó el alto el fuego de 30 días acordado por Estados Unidos con Ucrania, aceptando únicamente una tregua limitada a las infraestructuras energéticas. ¿Quién es el obstáculo para la paz? Hace justo un mes el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, negó que Rusia estuviera atacando la red eléctrica ucraniana. El Kremlin gesticula mientras no se mueve un milímetro de sus posiciones sobre Ucrania.
Trump trata a sus amigos como enemigos y a sus enemigos como socios. Por eso parece más interesado en llegar a un acuerdo con Putin que en garantizar la seguridad y la independencia de Ucrania. Esta pose juega a favor de Moscú. La llamada con Putin ha revelado hasta qué punto la campaña de presión de Trump sobre Kyiv en este último mes –incluida la humillación pública al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en la Casa Blanca– ha ampliado el margen de maniobra de Rusia. No sólo el presidente ruso rechazó el alto el fuego incondicional de Estados Unidos sino que puso sus propias precondiciones para la paz. Reclamó el fin de la cooperación militar y de inteligencia entre EE.UU. y Ucrania. Una medida que Trump tomó hace dos semanas –y después dio marcha atrás–, pero que establece un peligroso precedente para Moscú que la ve como una demanda plausible. Las próximas semanas nos enseñarán hasta qué punto Trump está dispuesto a complacer a Putin aunque eso suponga el abandono de Ucrania. Todo va a depender de si el Kremlin logra persuadir a EE.UU. que tiene más que ganar con su supuesta asociación económica que defendiendo a Ucrania. Putin, recientemente, habló de una cooperación bilateral para la producción de aluminio y de explotación de tierras raras.
En su obsesión por despreciar a sus socios, Trump ha debilitado enormemente el orden transatlántico y ha restado poder a Occidente para imponer su criterio. La parte positiva de este terremoto inducido por la Casa Blanca ha sido el despertar de la Europa de la defensa. La Alemania de Friedrich Merz ha aprobado esta semana su multimillonario programa de rearme y la UE se ha dado cinco años para contrarrestar las lagunas de su disuasión y para poder defenderse del neoimperialismo ruso. «Si Europa quiere evitar la guerra, debe prepararse para ella», es el nuevo mantra. Todavía, los europeos, tendremos que dar las gracias a Trump.