M. Hernández Sánchez-Barba

Crónicas de la conquista

El catedrático de la Universidad de Viena Victor Frankl ha puesto en relación la narración de los hechos de la conquista de América por una generación de cronistas que, siendo protagonistas directos de la conquista, se han convertido en los narradores más importantes de ese singular momento de la historia de los españoles en el Nuevo Mundo

La Razón
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Lo hacen en una etapa cultural correspondiente a la Contrarreforma y el Manierismo que, en lo que concierne a la actitud de los citados cronistas, radica en lo que se ha llamado la «verdad de la acción», que María Rosa de Malkiel valora como el impulso de escribir por y para la idea de la fama.

Estimo que estos cronistas hacen gala de una actitud que debe considerarse existencial, porque ellos apreciaron más, incluso, que la transmisión de la noticia, la grandeza de la realidad vivida, con lo cual han querido dejar constancia de una línea condicionante de su existencia. Ello origina, por añadidura, la aparición de una constante raigal profunda y permanente: la polémica, la discusión, el ataque-defensa de la verdad vista y vivida. Se trata de una literatura única, muy individualizada en su sentido y en su expresión, carente de consistencia, excepto en dos cosas: la fidelidad y lealtad a la Corona y la conciencia de ser los actores de una acción comunitaria a través de una experiencia histórica única, en donde la «crónica» se confunde con frecuencia con la «historia», dentro de la tradición española. Escritores-actores de la realidad americana, que no se limitaron simplemente a describir sino que desde un mundo de ideas de gran complejidad, sintiéndose unidos a la experiencia, exponen un ideario de gran riqueza conceptual, de alta tensión polémica y considerable riesgo, en todo lo cual es sumamente fácil encontrar las bases de incorporación del Nuevo Mundo a la cultura occidental.

Las obras de los cronistas de América llenan los tórculos desde 1519 hasta 1556, es decir, todos escriben en la época «imperial» de Carlos I, emperador de Alemania, durante la cual la intensidad de la vida y la acción de los españoles en las Indias adquieren niveles altos e intensos. Las actitudes, el pensamiento, las vivencias y las creaciones de todo orden y extrema novedad originaron un síndrome de corrientes y tendencias que se entrecruzan y constituye la urdimbre intelectual de esa época de la historia de España en América. Una etapa portadora de alta originalidad que se pone de manifiesto, al menos, en seis tendencias que, en simple exposición, pueden ser: pensamiento nacionalista en plano político, afirmación religiosa de extensión de la salvación a los indígenas; disidencia crítica, anticolonialismo en la polémica del Nuevo Mundo y, desde luego, fuerte y densa información sobre la verdad y realidad en el extremo Occidente de la sociedad cristiana occidental.

Ocupa un lugar óptimo la conquista de México por Hernán Cortés desde la isla de Cuba. Es la primera gran conquista de un imperio político de importancia grande, de la cultura «mexica», «azteca» o «tenochca» del Anahuac, con la que Cortés estableció una conexión constrastante con el mundo indígena mexicano. Es además la que mayor fuerza y honduras ha registrado, como puede apreciarse en el documento escrito por Cortés que recibió el nombre de «Cartas de relación de la conquista de la Nueva España», dirigidas al emperador Carlos V, casi simultáneamente con el regalo de una culebrina de plata con la inscripción siguiente: «Esta ave nació sin par, yo en serviros sin segundo, y vos sin igual en el mundo». El plano existencial político alcanzó su máximo en esta obra, que fue contestada casi medio siglo después de los hechos y escrita de memoria en la Antigua del Darién por Bernal Díaz del Castillo, que había sido protagonista y compañero de Cortés en la conquista. Estima el regidor de la Antigua que la gloria pertenece a todos los componentes de la hueste. La «Verdadera relación» la escribió ante la aparición de la «Historia de las Indias y conquista de México» del capellán Francisco López de Gómara, por entender que en esta obra se subrayaba demasiado el protagonismo único de una conquista magníficamente dirigida por Cortés, asimilada en su brillante pensamiento político de Estado.