M. Hernández Sánchez-Barba
«De Cive» (El ciudadano)
Thomas Hobbes (1588-1679), intelectualmente, es la estela de Sir Robert Filmer, autor de «Patriarca o el poder natural de los Reyes», que no fue publicado hasta 1680, mucho después de la muerte de su autor ocurrida en 1653. Una situación conflictiva de choque en Inglaterra entre el acuerdo y el consenso del Rey y Parlamento y el equilibrio de poderes. Hobbes recibió una esmerada formación filosófica en Oxford. Obtuvo su licenciatura en Artes, fue tutor del conde de Devonshire, William Cevendish, y años después, su secretario, lo cual le permitió ser colaborador de Francis Bacon. En 1630 se traslada a París donde entró en contacto con los más importantes filósofos franceses; viajó a Italia, donde en 1636 conoció a Galileo Galilei en Florencia. Regresa a Inglaterra con el esquema en mente de un sistema filosófico, arquitectónicamente construido con sus tres obras: «Elementos de la Ley Natural y de la Política», «El ciudadano», publicado en latín en 1642, y, el más conocido, «Leviathan», aparecido en 1651. Son escritos políticos que forman cuerpo, motivados por la situación de la revolución puritana y guerra civil, pues en la discusión política, Hobbes creía que la monarquía era la forma más ordenada y estable de gobierno. Pero, en realidad, sus principios eran contrarios a las pretensiones de los Stuart, a quienes trataba de apoyar, como a los sostenidos por los revolucionarios, a quienes parecía refutar.
Su influencia no alcanzó plenitud hasta el siglo XIX, en el que sus ideas incorporadas al radicalismo filosófico de los utilitaristas, sirvió más bien a los fines del liberalismo de clase media. Sus escritos, que son reflejo de su personalidad, le ganaron la enemistad de los parlamentarios; y al negar el derecho divino del Rey, el antagonismo de muchos realistas. La Iglesia católica puso sus libros en el «Índice» y la Universidad de Oxford disolvió una Facultad por ser hobbesiana.
La teoría de Hobbes de la «racionalidad» y las «emociones» es una explicación sagaz y precisa de la concepción popular: la gente tiene pasiones diferentes, pero la racionalidad es la misma para todos. Cuando se produce un conflicto entre razón y pasión la gente sigue el impulso de sus pasiones, que son tendencia incontenible de la naturaleza. Conocido como teórico del «contrato social», su filosofía moral y política tiene como objetivo primario conseguir la paz. La guerra civil inglesa y la ejecución del rey Carlos I le sirvieron de acicate para escribir un tratado que incluyera sus teorías empiristas, materialistas y mecanicistas. En 1651 publicó el «Leviathan», mal recibido por los parlamentaristas por su defensa del absolutismo político; los medios intelectuales franceses, así como la familia real inglesa, por su ateísmo; la mayoría de los filósofos, por su acentuado materialismo.
La filosofía de Hobbes se encaminó a la asimilación de la psicología social y la política por las ciencias físicas exactas. Por eso, su constitución intelectual es piramidal, cuya base es el ciudadano, la conducta social en la que se fundamenta el arte del gobierno, de modo que la ciencia de la política tiene su base en la psicología; el modo de proceder es deductivo. Su concepción de gobierno no es lo fundamental de su pensamiento. De la teoría de la soberanía sólo hay un paso a la del derecho civil, que es la particularidad individualista del ciudadano. Como las leyes naturales sólo exponen los principios racionales que permiten construir un Estado, no suponen limitaciones a la autoridad del soberano. El problema radica en el individualismo del ciudadano. Caso de no existir un poder superior tangible a quien prestar obediencia, los hombres con poder imponen la obediencia.
«De Cive» constituye la mayor dificultad debido al individualismo que, a través de los objetivos de los «igualitarios» (levellers), plantean el «cada quien tiene derecho a todo», por el impulso de la pasión predominante que impide el ejercicio de razón. La ley de la naturaleza ordena a los hombres buscar la paz y defenderse contra quienes no se la dan. La ley de la naturaleza debe ir dirigida a que cada cual, por lo que debe estar dispuesto a prescindir de su derecho a todo, pero cuando los demás también lo estén. La dificultad es más bien imposibilidad, pues un daño social es una contradicción múltiple individual: supone hacer aquello que se había aceptado no hacer.
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