M. Hernández Sánchez-Barba

Ramón Llull

Una vida longeva en una época compleja marca el noble empeño del mallorquín Ramón Llull (1233-1315) en cumplir una misión con audacia y determinación en su observancia. Se trata de un hombre sobresaliente, inteligente, firme en sus convicciones, de energía intelectual al servicio de la sociedad cristiana, en una época en la que se abrieron nuevos espacios económicos

La Razón
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Una vida longeva en una época compleja marca el noble empeño del mallorquín Ramón Llull (1233-1315) en cumplir una misión con audacia y determinación en su observancia. Se trata de un hombre sobresaliente, inteligente, firme en sus convicciones, de energía intelectual al servicio de la sociedad cristiana, en una época en la que se abrieron nuevos espacios económicos, lo que originó un interés particular por los intercambios comerciales de larga distancia, en especial en la sociedad cristiano occidental con Extremo Oriente; época de Cruzadas que dio una etapa previa de presencia en Oriente Medio y la muerte de San Luis, rey de Francia, bajo las murallas de Túnez. También tuvo importancia en el arte, las lenguas nacionales, la literatura, el pensamiento; basta con el pre-Renacimiento italiano, la generación mística centroeuropea del Maestro Eckhart o la figura colosal de Dante Alighieri (1265-1321); en 1274 el segundo Concilio de Lyon. Unas circunstancias epocales en las que se originó una nueva actitud respecto a quienes se veían como «infieles», como es el caso de Ramón Llull, cuya estatura intelectual y espiritual, a finales del siglo XIII y principios del XIV, le sitúa como una personalidad a la vez poeta, novelista, místico y hombre de acción. Un laico polígrafo, escritor de enormes «Sumas» en latín, árabe, castellano y catalán, completamente abierto a las tres religiones monoteístas.

El itinerario vital de Llull participa de un profundo vértigo cultural en que se sumergió para cumplir con eficacia la misión de unidad que se quiso imponer. Recibió en Mallorca, donde se estableció su padre tras participar en su conquista, una educación caballeresca; fue nombrado preceptor del hijo de Jaime I. Y Jaime II lo designó Senescal de la Corte.

Antes de cumplir veinticinco años contrajo matrimonio con Blanca Picany, con la que tuvo dos hijos. A los treinta, señales personales le hicieron abandonar la vida social y emprender una misión consistente en hacer llegar a la mente del Papa y los monarcas la necesidad perentoria de fundar monasterios donde se aprendiese el árabe y otras lenguas orientales para predicar la Salvación a paganos e infieles. En Mallorca escribió el «Ars Magna» para encontrar la Verdad. Hacia los cuarenta años de su vida, dio comienzo a sus trabajos y viajes para cumplir su propósito misionero. En 1290 se entrevistó con el Papa Nicolás IV, sin conseguir nada efectivo. Viajó a Túnez, donde polemiza con sabios musulmanes. Regresa a Mallorca en 1300, continuando sus viajes interminables; predica en Argelia, y es encarcelado y expulsado; navega en el Mediterráneo y naufraga. En Pisa escribe la «Disputatio» y en Montepellier, el «Liber de Acquisitione Terrae Sanctae», con promesas firmes de conquista.

Escritor prolífico, se le atribuyen con seguridad doscientas cincuenta obras; una colosal contribución a la cultura medieval. En esas obras existe una firme configuración afirmativa de la fe cristiana y de la ciencia, centrada en la unidad de «El árbol de la ciencia»: medicina, astronomía, geometría y el eje total de la unidad; ramas del árbol, sustentado por un tronco común y poderosas raíces que le sujetan a la tierra.

También, religiones comparadas en el «Libro del gentil y los tres sabios» (1272), con una sorprendente ausencia de prejuicios sobre las tres religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islamismo, pero, a su vez, tres culturas que calaron profundamente en el proyecto de novela utópica escrita en Montpellier entre 1286 y 1288, «Libre d’Evast e d’Aloma e de Blanquerna son fill», en cuyo interior inserta el «Libre d’amic e amat». En la primera parte expone la vida religiosa ejemplar de un matrimonio, cuyo hijo –Blanquerna– abandona el hogar para seguir la vida contemplativa, pero una serie de incidentes imprevistos le inclina a profesar en una abadía en la que es elegido abad, después obispo y, finalmente, papa. Tras varios años de pontificado, renuncia y se entrega a la vida ermitaña, su verdadera vocación. El mundo simbólico aparece con fuerza en el «Libre d’amic e amat», inspirado en los sufíes musulmanes escritos para todos los días del año con referencia a Cristo, el Hombre y el Amor, en definitiva, el Creador, el Amigo y el Intermediario, que es el Amor. Destaca la relación con otro libro de Llull, el «Árbol de la filosofía del amor». Téngase en cuenta que esta explosión de simbolismo intercultural surge mucho antes de aparecer el movimiento poético francés, en la última década del siglo XIX, cuyo más destacado miembro fue Baudelaire. También hay que pensar cómo la combinatoria del «Ars Magna» de Llull sedujo y admiró a G. W. Leibniz, el científico e historiador alemán autor de la teoría de los nómadas en el siglo XVII.