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Decepción olímpica

Un joven se cubre la cara con la bandera de España tras conocer la eliminación de Madrid.
Un joven se cubre la cara con la bandera de España tras conocer la eliminación de Madrid.larazon

Madrid cayó a la primera, tras desempatar con Estambul, que ganó 49-45, y con Tokio clasificado (42, 26, 26) y a la postre vencedor (60-36). Incredulidad, desilusión, rabia contenida, esfuerzo sin recompensa, zancadilla a la anhelada recuperación económica, tabla olímpica de salvación, el deporte base a salvo... Desastre total. Los éxitos deportivos de los deportistas españoles no han sido considerados relevantes por el COI, ni la necesidad de un país, ni su voluntad mayoritaria de organizar unos Juegos, ni el 80% de las infraestructuras, ni el ahorro esgrimido, ni el apoyo de todas las instituciones con el Príncipe semanas y semanas a la cabeza. El COI se ha ciscado en la nota que dio en el corte a Madrid, la máxima, y en el informe favorable de la comisión de evaluación. Es un sarcasmo. Si discutible fue la decisión de elegir a Río, el destierro de Madrid a la primera es una broma pesada. El COI no ha merecido los esfuerzos ni los desvelos de la candidatura madrileña. Ahora parecerá que algo se ha hecho mal; lo peor, sin embargo, es haber confiado por tercera vez en el COI. Ojalá Madrid no vuelva a presentarse jamás. Esta burla ha sido el colmo. Gana Tokio, también los pronósticos de las casas de apuestas.

La mañana en Buenos Aires, lluviosa, tormentosa, desapacible. En éstas, presentaba Madrid el vídeo de sus instalaciones cuando el cielo se desplomó a cántaros sobre el Centro Internacional de Prensa. Exposición «interrupta». Transcurrido el primer tercio, catacrack. La señal de televisión se vino abajo y el mundo perdió el hilo de una exposición fantástica, la inestimable contribución de figuras como Iniesta o Cristiano Ronaldo, el entrañable discurso de Pau Gasol y detalles que sembraron el desconcierto entre la colonia española y la desazón entre algunos miembros de la candidatura. El peor de los augurios. En la sala del Hilton donde discurría la presentación imperó la normalidad.

Estambul no encandiló, Tokio cumplió y Madrid sólo pudo explotar su vena creativa, que curiosamente, recibió más aplausos que las competidoras. Pero la suerte estaba echada y el pescado, vendido de antemano. Lo de siempre. Jacques Rogge agradeció a las tres ciudades candidatas su «excelente exposición». La diplomacia del barrio para tener en vilo a tres naciones, condensado el suspense en toda la filmografía de Alfred Hitchcock. El de Madrid duró bien poco. ¿Fuimos unos lelos al creer en la objetividad de 94 señores? Fin de la edad de la inocencia.

Madrid intervino en tercer lugar. Ellas, de rojo pasión; ellos, de azul plomo. Muy elegantes. Rogge presenta al Príncipe y, a continuación, Juan Antonio Samaranch, miembro de la ejecutiva del COI, con un discurso jovial y profundo abre el fuego. Fotos del Rey, a su espalda, de su padre; y un mensaje: «El olimpismo no es de quien más gasta, sino de quien defiende sus valores, sus principios, y de sus deportistas». Y hablaron Rajoy, González y Botella, los políticos, y a mitad del primer vídeo, el tecnológico que muestra sedes e instalaciones, se cortó la señal y el mundo entero, que se tragó el tostón de Estambul y el alarde tecnológico de Tokio, se quedó a medias con Madrid. No vio la intervención de Víctor Sánchez ni de Pau Gasol. Con Theresa Zabell se volvió a hacer la luz, y surgieron en pantalla Plácido Domingo, Antonio Banderas y Alejandro Sanz, que se preguntaban si tenía sentido presentarse una tercera vez. «Tiene sentido». Pues no. Qué decepción. Después, Alejandro Blanco, otro vídeo que llegaba al corazón y el colofón del Príncipe. Nada que objetar, salvo el apagón, fatal augurio. Los turcos intuyeron que más allá del horizonte del Bósforo y del Cuerno de Oro, por encima de los minaretes de la Mezquita Azul y Santa Sofía, la Puerta de Alcalá les robaba el aire. Sí, tal cual. Consigna esencial de la candidatura madrileña desde su creación ha sido el respeto máximo por los adversarios. Juego limpio hasta el final –Samaranch felicitó a sus competidoras, detalle no compartido por ellas–. Estambul tiene otro criterio y en su tediosa, ñoña, insegura, contradictoria y ofensiva exposición no dudó en lanzar un par de mensajes subliminales: «Disfrutamos de una de las más bajas tasas de desempleo juvenil en Europa», alardeó el ministro Babacán. Por si los miembros del COI no captaron la «indirecta», concluyó con una segunda carga de profundidad, también dirigida contra Madrid 2020: «Vamos a organizar unos Juegos para el crecimiento, no para la austeridad». Quisieron los turcos llegar al corazón de los miembros del COI y consiguieron que algunos se durmieran. La mejor señal de su pobre exposición. No convencieron ni siquiera con las respuestas a las cuatro preguntas que les hicieron. Con el dopaje se liaron: «Desde hace dos años tenemos una gran agencia que funciona perfectamente....» El resultado, 32 positivos en los tres últimos meses: cazan, pero no educan. Tampoco estuvieron muy acertados al asegurar que los deportistas tardarían 5 minutos en llegar desde la Villa Olímpica a algunos de los escenarios. Imposible.

A continuación, los japoneses, fe inquebrantable en su proyecto, pasan olímpicamente de las debilidades del prójimo. «Nuestro producto es el mejor y así se lo vendemos», podría haber proclamado Shinzo Abe, su primer ministro, sin arrogancia, contundente en su exposición, como todos sus compañeros, y siempre con la sonrisa en la boca, alguna, exagerada. En cualquier caso, elegantes incluso en la indumentaria, sin deportistas reconocibles –quizá por ello utilizaron en el primer vídeo un equipo de baloncestistas americanos desconocidos–, mecánicos en el mensaje, promotores de la tecnología punta, repaso animado, de dibujos, por las sedes y tratamiento de choque por Fukushima: «Ningún problema, lo garantizo –enfatiza Abe–. Bajo el cielo azul de Fukushima los niños juegan al fútbol, y agua y alimentos no están contaminados».

La conclusión es que ganaron el partido de la presentación a Estambul, casi por goleada, y que al occidentalizar la imagen de su presentación vendieron el producto a todo el mundo. Pero faltó alma. No fue una presentación como para vibrar, como para emocionar; pero funcionó y ganaron; simplemente, huyendo del electrodoméstico mostraron su capacidad tecnológica, indiscutible, y fardaron de la ciudad más segura del mundo, Tokio, aunque se encuentre a 200 kilómetros de Fukushima y de cuando en cuando la agite algún movimiento sísmico. Los Juegos de 2020 son suyos. Ganó por goleada.