Benedicto XVI
A cuatro manos
La continuidad de la fe no sólo se explica. Bastan algunos gestos para entenderla. La encíclica que acaba de salir a la luz es obra del Papa Benedicto XVI, cuyo estilo aparece palpable. Y tiene toques del Papa Francisco muy claros. Pero lo de menos es dónde está el toque redaccional de uno y otro. Lo más importante de esta encíclica es que ha sido escrita a cuatro manos, como decía el mismo Papa Francisco al anunciarla, y lógicamente es firmada por el Papa Francisco, que la hace suya en todo su contenido. Parte en diálogo con la cultura atea contemporánea, que considera la fe como una claudicación de la razón, como un oscurantismo, para abrir esa actitud al misterio de la vida que sólo en la fe encuentra respuesta. La fe no es una luz ilusoria, sino una luz desbordante que impulsa a la razón a descubrir nuevas metas. Se centra en Jesucristo, en quien se hace creíble el amor de Dios, manifestado en el extremo de la cruz y en la nueva vida del Resucitado. El creyente aprende a mirar la vida con los ojos de Jesús, y ve la realidad como es, sin extorsiones subjetivas. He ahí nuestra salvación. Una fe que no es individualista, sino comunitaria, porque nos viene dada por la Iglesia y necesariamente tiene como referencia al Magisterio.
El amor da capacidad para conocer la verdad, en la más pura tradición agustiniana. Y la fe es la que sostiene los principales cimientos de la vida. Es la que sostiene en el dolor, es la que abre las puertas de la muerte a un horizonte de eternidad. Es la que nos hace salir al encuentro de quien sufre por cualquier causa, para alentarle con la ayuda de nuestra caridad. María, modelo de fe, es la que ha engendrado fe y alegría para todos los hombres, y un signo de la fe es esa alegría que sólo puede brotar de un corazón creyente.
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