Benedicto XVI
El Papa abre el Jubileo de la Misericordia
Francisco inaugura el Año Jubilar ante 50.000 peregrinos y 2.000 agentes que velaron por la seguridad de una cita histórica en la que por primera vez dos Papas cruzan la Puerta Santa vaticana
Francisco inaugura el Año Jubilar junto a Benedicto XVI y más de 50.000 peregrinos coincidiendo con sus mil días de Pontificado
El Papa Francisco cumplió ayer mil días al frente de la Iglesia y lo hizo a lo grande: dando inicio al Jubileo de la Misericordia ante unas 50.000 personas en la plaza de San Pedro. Todas ellas acudieron para participar de la misa con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción y asistir a la histórica apertura de la Puerta Santa para el Año Jubilar. Un acontecimiento que tampoco quiso perderse el Pontífice emérito, Benedicto XVI, a quien Francisco pidió saludarle con un aplauso al rezar el Ángelus. No es la primera vez que se los ve juntos, pero sí la primera vez en la historia de la Iglesia católica en la que dos Papas cruzan el umbral de esta Puerta Santa.
Roma amaneció completamente blindada para garantizar la seguridad de los peregrinos y del Santo Padre. Ya desde el día anterior, la fuerte presencia policial en la ciudad y sobre todo en los alrededores del Vaticano era visible, pero fue desde primera hora de este domingo cuando la zona se transformó casi en una fortaleza. El acceso a la plaza fue lento por los controles, pero, a pesar de ello y del posible riesgo de atentado, los peregrinos no tuvieron miedo y se echaron a la calle. No en vano, el evento contó con un fuerte dispositivo de seguridad compuesto por unos 2.000 policías patrullando la zona (a los que se sumaron dos miembros de la Policía Nacional y otros dos de la Guardia Civil), 1.000 cámaras de vigilancia y varios helicópteros que sobrevolaron el espacio aéreo del Vaticano.
Y precisamente eso fue lo que pidió Bergoglio a los fieles en su homilía: abandonar el miedo «y vivir con alegría el encuentro con Cristo, que puede transformar la vida de cada hombre». Para hacerlo, propuso este Jubileo que muestra «la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos».
Francisco reconoció que «siempre existe la tentación de la deso-bediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios». «Es ésta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios». Sin embargo, «la historia del pecado sólo se puede comprender a la luz del amor que perdona». Fue entonces cuando ofreció una de las claves de este Año Santo que ha convocado en todo el globo: «Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre».
En alusión a la apertura de la Puerta Santa, explicó que entrar por ella «significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno». Por tanto, «será un año para crecer en la convicción de la misericordia», añadió.
«Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma, sobre todo, que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia». «Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia». Francisco pidió entonces «no descuidar» el espíritu de ayuda al prójimo, ya que «cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano».
El momento central de la ceremonia fue su apertura en la Basílica de San Pedro, al final de la misa. Las puertas santas sólo se abren durante el año del Jubileo para que los peregrinos puedan entrar a través de ellas y ganar la indulgencia plenaria, por lo que todo el que quiera podrá participar sin necesidad de ir a Roma.
En ese momento el Papa emérito, Benedicto XVI, le esperaba sentado en un lateral del atrio de la Basílica. Después de saludarse los dos pontífices y con enorme expectación, Francisco pronunció la fórmula de apertura de la puerta: «Es ésta la puerta del Señor: Por ella entrarán los justos. Abridme las puertas de la justicia: Entraré para dar gracias al Señor. Por tu gran misericordia, entraré en tu casa, Señor: me postraré hacia tu templo santo».
Fue entonces cuando Bergoglio la empujó y la abrió, al tiempo que los fieles aplaudían entusiasmados al ver el momento en las pantallas situadas en la plaza. Después de permanecer algunos segundos en silencio mientras rezaba, el Papa traspasó la puerta con actitud solemne. Fue seguido de Benedicto XVI, que, con la ayuda de su secretario, el arzobispo Georg Gänswein, se convirtió en el primer peregrino en cruzar la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia.
Minutos después, Francisco se asomó a la ventana del estudio pontificio del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus. Antes dio algunas pinceladas sobre la fiesta de la Inmaculada y sobre el Jubileo que acababa de inaugurar. «La Inmaculada se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido el pecado» y «nosotros, hoy, al inicio del Jubileo de la Misericordia, queremos mirar a este icono con amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitándola en la fe», dijo Francisco.
El Año Santo comenzará a celebrarse desde este próximo domingo 13 en todas las ciudades del mundo y será, sin duda, uno de los acontecimientos que marcarán el Pontificado de Francisco. La alcaldía de Roma prevé la participación de unos veinte millones de peregrinos que llegarán a la Ciudad Eterna hasta que concluya, el próximo 20 de noviembre.
Gestos de este año
Cien voluntarios ayudarán cada día a los peregrinos en los alrededores de la plaza y en los grandes eventos, cuyo número crecerá hasta los mil. El Año Santo en Roma tendrá cientos de eventos, en muchos de los cuales participará el Papa; por ejemplo, un sábado de cada mes se celebrará una Audiencia General que se sumará a la de todos los miércoles. Además, un viernes de cada mes el Papa realizará un gesto de misericordia que tendrá de protagonistas a los pobres, enfermos y ancianos, quienes podrán ganar la indulgencia desde sus casas. Los presos, por su parte, pueden ganarla cruzando la puerta de su celda. La jornada de ayer se completó con un espectáculo de luces e imágenes que fueron proyectadas en la fachada y la cúpula de la Basílica de San Pedro, la primera vez que se hace algo semejante en el Vaticano.
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