Papa Francisco
El Papa de la paz
Es la primera vez que el Papa Francisco acepta un premio, y lo hace por su connotación respecto a la paz y la unidad. El Pontífice ha sido galardonado con el prestigioso premio Carlomagno 2016 concedido por la ciudad alemana de Aquisgrán, otorgado desde 1950 a personas o instituciones con particulares méritos en favor de la integración y de la unión en Europa. Lo anunció ayer el directorio de la institución que otorga el galardón, con sede en esta ciudad, destacando que «en estos tiempos, en los que muchos ciudadanos y ciudadanas de Europa buscan orientación, Su Santidad el Papa Francisco ofrece un mensaje de esperanza y de aliento». En el mismo comunicado que dio a conocer la noticia, la organización aseguró que el continente «tiene una obligación con la paz, la libertad, la justicia, la democracia y la solidaridad».
El primer Papa americano de la historia se convertirá así en el galardonado número 58 de esta célebre distinción, que entre sus premiados cuenta con personalidades como Juan Pablo II (2004) o el rey Juan Carlos I (1982).
No obstante, Francisco lo ha aceptado «de manera excepcional» –no quiere recibir premios ni distinciones–, como «gesto para que Europa trabaje por la paz», y con el deseo de «transmitirlo a Europa, que hoy pasa por un momento de dificultad», según explicó el portavoz de la oficina de prensa del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi. Es, por tanto, una decisión en nombre «de la paz y por quien se compromete por la paz en Europa y en el mundo en este momento» en el que se vive «una guerra mundial a trozos», como el mismo Francisco ha denunciado en varias ocasiones.
El motivo del galardón al Pontífice estaría también en el discurso que realizó el 25 de noviembre de 2014 durante su visita al Parlamento Europeo, en Estrasburgo. Entonces Francisco habló sin tapujos a los eurodiputados y les invitó a «construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; la Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente».
Fue allí donde pidió que el llamado viejo continente recupere sus raíces cristianas y sea referencia para toda la humanidad: «Ha llegado el momento de abandonar la idea de una Europa atemorizada y replegada sobre sí misma, para suscitar y promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad».
El reconocimiento consiste en un diploma y en una medalla que representa al emperador Carlomagno en el trono, además de cinco mil euros.
La novedad en este caso es que Francisco no viajará hasta Alemania para recibirlo, sino que una delegación acudirá a Roma para entregárselo en una fecha aún por determinar.
Llama la atención que el Pontífice argentino haya accedido a recibir el premio, pues en más de una ocasión se ha mostrado contrario a estos honores. Los tres últimos años ha sido candidato al Premio Nobel de la Paz, y aunque finalmente fue a parar a otros, se desconoce si lo hubiese aceptado.
Y es que para el Papa de la misericordia «los honores no abren las puertas del cielo», como dijo el viernes pasado al visitar un albergue de Cáritas en Roma y celebrar misa con decenas de pobres y necesitados. Así lo expresó también apenas un año después de ser elegido nuevo líder de la Iglesia católica por los cardenales en una entrevista al diario italiano «Il Corriere della Sera» en la que, a una pregunta sobre la «franciscomanía» que ya se había desatado, respondió que «pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo». «El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal», aseveró.
Algo parecido señaló en el vuelo de regreso a Roma desde Estados Unidos el pasado mes de septiembre, donde aclaró que no se siente una «estrella» y que un Papa sólo debe ser un «siervo de los siervos». «Las estrellas son bonitas para verlas. A mí me gusta mirar cuando el cielo está sereno en verano, pero el Papa debe ser el siervo de los siervos de Dios», dijo, agregando a continuación: «cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen, es una cosa pasajera. En cambio, ser el siervo de los siervos de Dios, esto es bello, no pasa».
De igual manera, en una entrevista a Radio Renascença el 14 de septiembre, habló de su popularidad y respondió: «Jesús también en un momento era muy popular y después terminó como terminó, ¿no? O sea, ninguno tiene comprada la felicidad mundana».
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