La renuncia de Benedicto XVI
Emoción, respeto y admiración se sintieron en el Ángelus de Benedicto XVI
Emoción, tristeza, respeto, devoción, estima y admiración por la renuncia de Benedicto XVI al Pontificado se han sentido hoy en la Plaza de San Pedro, abarrotada por unas 100.000 personas que han querido acompañar al Papa en su penúltimo Ángelus en el primer domingo de Cuaresma.
La aparición del Papa en la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico a las doce en punto, en un día límpido y soleado, provocó un clamor general entre los peregrinos, fieles y curiosos que apretados unos contra otros le recibieron con aplausos, mientras otros trataban de inmortalizar el momento histórico con sus cámaras.
La voz de Benedicto XVI, quien a las ocho de la tarde del próximo día 28 de febrero renunciará a su Pontificado, sonó en la barroca plaza clara, fuerte y tranquila y agradeció a los presentes sus muestras de afecto y les pidió que sigan rezando por él y por el próximo papa, así como por los ejercicios espirituales que empezará hoy junto a los miembros de la Curia romana.
En la Plaza de San Pedro se sintió un respetuoso silencio ante las suaves, pero enérgicas palabras pronunciadas por el papa alemán que fueron especialmente aclamadas por los numerosos italianos y romanos que quisieron despedir a su Obispo, seguidos por los hispanohablantes en cuya lengua, la española, "suplicó"que rezaran por él.
Entre los asistentes, la camerunesa cristiana residente en Milán Bertha Bonny, de 42 años, dijo a Efe que para ella "el papado es un compromiso y por lo tanto, la renuncia de Benedicto XVI ha sido para mí como una bomba".
"Tras vivir el pontificado del carismático Juan Pablo II, me costó hacerme con Benedicto XVI, pero ahora que he comenzado a comprender y a entender el importante mensaje de santidad que ha sido capaz de transmitir en estos tiempos tan difíciles, se va", añadió.
"Espero que el próximo papa esté a su altura -continuó Bonny- y que todos nosotros tomemos conciencia de que el verdadero cambio se ha de producir dentro de nosotros mismos".
En cuanto a la posibilidad de que resulte elegido un papa africano, contestó que al igual que ha ocurrido en Estados Unidos con la presidencia de Barack Obama, la Iglesia podría ser guiada por un papa africano.
Para Andrea Lupino, milanés, de 58 años, la renuncia del Papa "ha sido un ejemplo de cómo se puede vivir en este mundo sin pensar en uno mismo. Un ejemplo de humildad y de elevada talla intelectual y moral"y no pudo continuar hablando porque, según dijo, "estoy demasiado emocionado"y se fue llorando.
Entre los peregrinos se encontraba Katy, hermana de la orden de las Hijas de la Iglesia, quien afirmó conmovida: "En este tiempo que se habla tanto de poder, el papa Benedicto XVI ha llevado a cabo la lógica del Evangelio que es el servicio y el amor y ha dado un paso histórico para la Iglesia, un paso revolucionario por haber sabido preservar su espiritualidad profunda del puesto de poder que aún ocupa como sucesor de Pedro".
En cuanto al hecho de que Benedicto XVI conviva en un futuro próximo dentro de los muros del Vaticano muy cerca de su sucesor, todos los entrevistados coincidieron en señalar que "puede ser muy valiosa y provechosa la experiencia de Ratzinger para el nuevo pontífice", como dijo Oscar López, de 33 años, de Madrid.
Muchos latinoamericanos, entre ellos el matrimonio mexicano Mendoza, también coincidieron en afirmar lo interesante que sería que el sucesor de San Pedro fuera un latinoamericano, "porque somos el continente con mayor número de católicos en el mundo y constituimos la esperanza de la Iglesia".
Mientras la policía organizaba un pasillo para que la muchedumbre saliera de la plaza, Mauro Russo, de 52 años, con su hija Anna en brazos, comentó que "lo importante es que la Iglesia vaya hacia adelante como un coche Ferrari, no importa quien lo guíe, pero sí que venza".
Y agregó: "A pesar de los pesares, nadie puede rebatir que la Iglesia es una gran columna para Occidente".
Poco a poco el gentío fue despejando la imponente plaza diseñada por Bernini, mientras una cortina de niebla oscurecía la Basílica de San Pedro y personas como Rebecca, inglesa y protestante, que como turista asistió al Ángelus repetía: "No entiendo nada, pero es increíble, ha sido increíble, no he visto ni vivido nada igual".
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