China
«Hace falta un santo, un guerrero»
l ¿Influirá esta decisión del Papa?
-Es un hecho histórico. Benedicto XVI tiene razones profundas y esta decisión tendrá unos efectos muy importantes. En cuanto a las razones, me parece que lo ha explicado bien: le han fallado las fuerzas. Si sus enfermedades se han agravado... bueno, yo no creo que sean acuciantes. Considero que es el debilitamiento normal de su edad. Podía haber continuado llevando la cruz del papado. Pero posiblemente él es consciente de que no podía hacer lo que él quería. Abre la puerta a una nueva etapa, a que alguien haga su trabajo.
l ¿Una decisión ejemplar?
-Y una llamada de atención. No es una casualidad. A Ratzinger hay que tenerle bastante respeto y admiración. Lo ha demostrado en todo y, en su papado, también. Es una persona coherente, de una pieza. En ocasiones, los cargos hay que saber dejarlos. Y él ha dado el mejor ejemplo. Hay políticos que no lo hacen. La verdad es que lo que ha hecho es admirable, pero coloca a la Iglesia ante un desafío. A lo mejor, incluso, tiene un comodín.
l ¿Y ahora?
-Hay dos corrientes principales en la Iglesia y una tercera pactista. Hay quienes piensan que hay que continuar lo que inició Juan Pablo II. Es su proyecto lo que Benedicto XVI no ha podido continuar como pretendía. Ha sufrido contratiempos, en ocasiones, desde el interior de la Iglesia. Sería una visión de la Iglesia tradicional, fiel a sí misma y luchadora, que haría frente con su fe a un contexto hostil. Ésta sería una vía. La otra es la progresista: acomodarse a los tiempos y hacer unos cambios importantes que, desde fuera, es lo que se demanda. Eso implicaría reflexionar sobre el sacerdocio, la familia... Ellos defenderían un Papa mediático, carismático, que rompa con Ratzinger... Va a ser un cónclave interesante. Puede pasar de todo.
l¿Y el problema es?
-No creo que provengan de los cambios formales, las adecuaciones a los tiempos. Procede de una sociedad que no necesita a Dios. Cada vez más personas viven de espaldas a la trascendencia, la espiritualidad y a Dios, y si es el Dios del catolicismo, el círculo se reduce. Es muy grave. Nunca ha ocurrido antes. No es una cuestión de ser conservador o progresista... Y el relativismo está ahí. Y es poderoso.
lBenedicto XVI alertó sobre él.
-El problema está muy avanzado. Ha habido un esfuerzo de los nuevos movimientos católicos y la Iglesia ha respondido al llamamiento de la nueva evangelización, pero está muy difícil. Igual que hace ocho años. Ha aumentado el vacío alrededor de la idea de Dios. A lo mejor hay que insistir. A lo mejor hay grandes avances y no lo sabemos, de nuevas conversiones y reconversiones, pero me da la impresión de que no sucede en España, Italia, Irlanda o Austria. Luego está el fenómeno de la Iglesia en el resto del mundo. Es un factor que hay que tener en cuenta. Su crecimiento en África y Asia... En América se plantean problemas: Brasil no es lo que es; y después está la incógnita de China.
l¿Existe un perfil para el nuevo Papa?
-Es imposible que lo tenga alguien. Tiene que ser un gestor de gran capacidad, desde luego, porque la curia no se ha renovado y hay partes del sistema de funcionamiento que están obsoletas. Hace falta un político muy importante. Aunque la Iglesia conecte con el cielo, también está ligada a la tierra. Hace falta un santo, un guerrero, pero no con armas ni con un ejército. Un ciclón. Alguien de una valentía para encarar problemas que se vienen posponiendo.
l¿Cuáles son esos problemas?
-Administrativos, por ejemplo. El problema de democratización, el papel de los sínodos y del colegio cardenalicio. Se ha llegado a barajar un consejo de regencia alrededor del Papa. Benedicto XVI intentó reunir al colegio cardenalicio, pero no lo consiguió, y que la curia resultara más operativa. Y los problemas a lo largo del siglo XX y el XXI han sido cada vez más complejos. Es muy difícil responder a todos esos desafíos.
l¿Una oportunidad para la Iglesia?
-Sí, lo es, si es capaz y tiene la fuerza interna, y sabe responder. El reto es enorme.
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