La renuncia de Benedicto XVI
Un Papa valiente
Benedicto XVI avanzó en las nuevas relaciones de la Iglesia con la comunidad política y filosófica
No llegaba de nuevas. Como conocedor del engranaje Vaticano y de las goteras que tocaba arreglar en la Barca de Pedro, ya como Prefecto para la Doctrina de la Fe tuvo que bandear con asuntos más que delicados y tomar decisiones determinantes. Primero, bajo el amparo de Juan Pablo II. Y posteriormente, de viva voz.
Un paso al frente que ha primado en estos ocho años. Sea cual fuere el asunto que podría generar inquietud en él o en los millones de católicos que han depositado su confianza en él. Así ha ocurrido con el drama de los abusos sexuales por parte del clero que posteriormente también tuvo que abordar como Pontífice. Se plantó cara a cara con un problema que salpicaba a diócesis y movimientos de referencia tanto en Europa como en América.
Consciente de las heridas generadas en el seno de la Iglesia por este drama, antes y durante de su Pontificado, quiso reunirse con las víctimas, pedirles perdón. De ahí, pasó a la acción. «Esto está pasando, es un pecado y es un delito», resume el plan de acción del Papa el sacerdote Juan Rubio, director de la revista Vida Nueva y autor del libro «Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pedofilia en lglesia». Un desafío delicado que afrontó «para ayudar a sanar la herida abierta, recuperar la credibilidad del ministerio consagrado e impulsar una auténtica renovación del sacerdocio a comienzo del nuevo milenio», explica Rubio.
Dejaba de ser un asunto a resolver de puertas para adentro. «Admitid abiertamente vuestra culpa y someteos a las exigencias de la Justicia», señalaba de forma categórica en una carta a los prelados irlandeses a los que pedía medidas urgentes, «justas e individualizadas» ante estos episodios de abusos sobre menores sobre los que no dudó en expresar «abiertamente vergüenza y remordimiento».
Con esta misma determinación, cuando apenas llevaba un año como Papa prohibió al fundador de los legionarios de Cristo Macial Maciel ejercer como sacerdote invitándole a llevar «una vida de oración y penitencia» por sus «inmorales comportamientos». A la vez, iniciaba con esta congregación un camino de purificación y acompañamiento que llega hasta hoy que pasa por poner nuevos cimientos desde la esencia de su carisma sin dejar que se ensombrezca la misión llevada a cabo por los legionarios en ámbitos como el educativo.
Y todo, sin temor a comunicar. Lejos de ocultar esta realidad doliente, una vez afrontada en el seno Vaticano, quiso compartir su parecer. Fue en junio de 2010, aprovechando la clausura del Año Sacerdotal, cuando el Pontífice pedía «perdón insistentemente a Dios y a las personas afectadas, mientras prometemos que queremos hacer todo lo posible para que semejante abuso no vuelva a suceder jamás». Un propósito de enmienda que en aquella homilía se traducía en el firme compromiso de hacer «todo lo posible para examinar la autenticidad de la vocación» en aquellos que deciden entregar su vida al servicio de la Iglesia.
Con esa misma firmeza se ha enfrentado a lo largo del último año a llamado caso Vatileaks. Fue a comienzos de 2012 cuando los medios italianos se hacían eco de unas cartas del nuncio en Estados Unidos, Carlo María Vigano, al papa en las que denunciaba la «corrupción, prevaricación y mala gestión» en la administración vaticana. El Papa tomó medidas de inmediato a través de una comisión cardenalicio, presidida por el español Julián Herranz, para esclarecer unas filtraciones que se harían públicas en el libro «Sua Santita», que recogía más de un centenar de documentos privados del Pontífice. Unas semanas después, su asistente de cámara y un informático eran detenido por la Gendarmería, tras encontrar miles de documentos, entre ellos, los publicados en el libro.
Condenado por robo de documentos a un año y medio de cárcel, «Paoletto», como se le conocía en la casa del Santo Padre, ingresó en prisión el pasado octubre. Antes de terminar el año, Benedicto XVI no dudó en reunirse con «Paoletto» para escucharle una vez más y otorgarle el indulto. Y lejos de perder su confianza en él, ahora trabaja en un hospital católico.
Con el asunto cerrado, Benedico XVI asume su renuncia con valentía, la misma con la que ha afrontado los desafíos de su Pontificado, el mismo coraje que le ha llevado a denunciar las situaciones de desigualdad en el planeta fruto del capitalismo a través de su encíclica social, de la falta de libertad en viajes como Cuba o de denunciar los ataques que sufren la familia y la vida en la vieja Europa.
Firmeza papal ante los escándalos
Implacable contra la pederastia
El Papa vivió en 2010 un «annus horribilis» como consecuencia de los escándalos de pederastia en las iglesias de Irlanda, EE UU, Alemania, Austria y Bélgica, entre otras. Se mostró implacable. Ordenó inspecciones en las diócesis tras calificar los abusos de «crimen atroz». Pidió perdón y se reunió con las víctimas. Mostró la misma firmeza con Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
El Vatileaks que sacudió el Vaticano
En 2012, después de solventar los casos de abusos sexuales, estalló en llamado Vatileaks, el escándalo por la filtración de documentos reservados . El caso se saldó con la detención del mayordomo del Sumo Pontífice, Paolo Gabriele, tras encontrarse en su domicilio miles de documentos vaticanos. Fue condenado a 18 meses de cárcel aunque el Papa concedió la gracia a «Paoletto», que fue excarcelado.
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