Incendios

2019, el año en que probablemente ardan más bosques en España

Más de 50 vecinos de casas rurales y masías tuvieron que ser evacuados dada la proximidad de las llamas. Ante el miedo de perder sus casas y granjas, muchos decidieron colaborar con los bomberos en las tareas de extinción
Más de 50 vecinos de casas rurales y masías tuvieron que ser evacuados dada la proximidad de las llamas. Ante el miedo de perder sus casas y granjas, muchos decidieron colaborar con los bomberos en las tareas de extinciónlarazon

Los bosques españoles acumulan una cantidad enorme de matorral reseco, tras un invierno moderadamente lluvioso y una primavera seca. El verano 2019 es un verano de elevado riesgo ante los incendios forestales. Se da la circunstancia de que los modelos climáticos están señalando el desarrollo de un verano muy caluroso y poco lluvioso. Ello significa que al menos se van a desarrollar tres oleadas de calor, como la que nos afecta estos días, lo que supone una peligrosidad elevada ante el estado de un bosque muy poco gestionado y con mucho combustible potencial. Ahora, ha sido Tarragona, como primer ejemplo de lo que puede ocurrir en las próximas semanas. Pero venimos de un invierno que ha registrado muchos fuegos en los montes cantábricos, debido a la abundancia de días anticiclónicos y de tiempo sur, con vientos resecos en esta cadena montañosa del norte de España. En concreto, en lo que llevamos de año, ya se han quemado cuatro veces más hectáreas que en todo el año pasado (38.000 hectáreas incendiadas hasta el 15 de junio de 2019) y diez mil hectáreas más que la media de los últimos diez años. Por tanto, si se mantiene la tendencia registrada en los primeros seis meses del año, todo apunta a que 2019 va a ser uno de los años con mayor volumen de bosque arbolado incendiado en nuestro país. Hay dos aspectos sobre los incendios forestales en España que no debemos olvidar. La tendencia general, desde hace una década, es a la disminución progresiva del número de hectáreas incendiadas y de incendios registrados en toda España. Solo rompieron esta tendencia los años 2012 (verano muy cálido) y 2017 (verano cálido). Esto habla de una planificación de la emergencia, cada vez mejor. Nuestros operativos, autonómicos y estatal (UME) para la extinción de los incendios forestales es ejemplar en el conjunto de Europa.

Actitud heroica

Siempre destacaré el impagable papel que realizan los cuerpos de extinción de incendios, que con actitud heroica, se juegan literalmente la vida por defender nuestros bosques. Y lo orgullosos que debemos estar como país, por la existencia de la UME, que nos prestigia como potencia mundial en la gestión de las emergencias. Pero esto es siempre a costa de mucho esfuerzo económico y humano. Nos falla la planificación y gestión de nuestros bosques para evitar que los incendios forestales alcancen magnitudes de gran peligros. Es decir, no se llevan a cabo, apenas, actuaciones de limpieza de matorral, de construcción de cortafuegos, de gestión de la interfaz urbano-forestal. Y ello tiene como resultado la realidad de unos espacios de bosque, muy bonitos pero muy peligrosos. En los últimos años, están proliferando los «grandes fuegos», los incendios-relámpago que, en pocas horas, incendian amplias extensiones y ponen en riesgo la vida de las personas que han ocupado, con viviendas, estos espacios forestales. Aquí hay un gran debate a realizar: la actitud generosa de muchos ayuntamientos que han permitido, y siguen permitiendo, la ocupación urbana de las laderas de nuestros montes, con fines de expansión residencial especulativa. El bosque es un espacio vivo, una riqueza ecológica, y el ser humano debe respetar su espacio. Se puede –y se debe– controlar la expansión del matorral, pero no limitar su expansión en su territorio montano. España tiene en 2019 más superficie forestal que hace dos o tres décadas. El abandono agrícola en zonas próximas al monte, ha propiciado la expansión de la vegetación en antiguos campos de cultivo. Esto es, sin duda, un regalo para el territorio ibérico.

Pero debemos gestionarlo con sensatez. El código penal está muy bien para sancionar a infractores que realizan quemas de matorral indebidas o para los pirómanos que directamente generan incendios forestales. Pero es necesaria la gestión del monte y especialmente de la interfaz urbano-forestal para evitar que en veranos como el que se nos avecina, tengamos que vivir en la alerta permanente por la peligrosidad que presentan unos bosques descuidados, demasiado urbanizados y mal ordenados.