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Infarto de hombre, infarto de mujer

Infarto de hombre, infarto de mujer
Infarto de hombre, infarto de mujerlarazon

La Asociación Americana del Corazón descubrió que existen importantes diferencias en las causas, síntomas y consecuencias de los infartos dependiendo del sexo del paciente.

Es evidente que el cuerpo del hombre y de la mujer difieren considerablemente. No sólo por la fisonomía de órganos diferentes, sino porque responden de manera dispar a determinados estímulos, amenazas y enfermedades. En clínica no son pocas las patologías que presentan prevalencias, pronósticos o terapias distintas en función del sexo del paciente.

Pero no se conocía hasta ahora hasta que punto estas diferencias pueden a afectar a un órgano común y vital como el corazón.

Ayer, la Asociación Americana del Corazón hizo público su primer informe oficial sobre el riesgo de infarto en mujeres y descubrió que existen considerables diferencias en las causas, síntomas y consecuencias de esta patología en ellas cuando se compara con los infartos masculinos.

Más curioso aún: esas diferencias son más relevantes en algunas razas que en otras. Por ejemplo, las mujeres de raza negra e hispana suelen presentar peculiaridades más marcadas a este respecto.

El estudio detecta una considerable mejora en los ratios de supervivencia al infarto femenino en las últimas décadas, pero sigue reconociendo que las mujeres presentan peores resultados que los hombres como media quizás porque todavía se presta menos atención a su salud cardiovascular, porque muchas patologías cardiacas en la mujer son infradiagnosticadas o porque en términos de salud preventiva femenina se pone más el foco en otras enfermedades (cáncer de mama, osteoporosis, etc...) que en la prevención de infartos.

El trabajo ha analizado los datos globales de infartos según causas, tratamientos, síntomas y factores de riesgo. En cuanto a las causas, es cierto que el mayor desencadenante de esta patología en ambos sexos es el estrechamiento o bloqueo de las vías arteriales principales del corazón. Sin embargo, se han detectado diferencias en el modo en los que estos trombos ocurren. Las mujeres suelen presentar menos estrechamientos graves que requieran el implante de dispositivos de revascularización como el stent. Pero presentan con mayor asiduidad daños menores en las vías de riego del músculo cardiaco que, a la larga, pueden provocar crisis similares. Si los médicos no prestan atención a estos daños previos y no los diagnostican apropiadamente es posible que no se pueda evitar el infarto o que, cuando ocurra, no se aplique la terapia posterior adecuada. El efecto es que, según se desprende de este informe, existen demasiadas mujeres infratratadas.

A la hora de aplicar terapias posteriores al infarto, también existen diferencias importantes. Las técnicas de revascularización podrían provocar más complicaciones en mujeres que en hombres debido a que, por regla general, los vasos sanguíneas de las féminas son de menor tamaño. Además, como consecuencia de la longevidad mayor de la mujer y de que epidemiológicamente suelen entrar en la enfermedad cardiaca más tarde, sus vasos son más envejecidos y han podido acumular otras complicaciones como diabetes o hipertensión. Tras una crisis cardiaca, los médicos suelen prescribir ejercicios y terapias de rehabilitación más a los hombres que a las mujeres.

Otro factor a tener en cuenta es la diferencia en la presentación de los síntomas. En ambos sexos, el síntoma principal suele ser un dolor agudo de pecho, pero en el caso de las mujeres hay una mayor propensión a padecer síntomas previos diferentes como dificultad respiratoria, náuseas, dolores de espalda... Algo parecido ocurre con los factores de riesgo. El estudio aprecia diferencias sustanciales en el grado de riesgo en ambos sexos. Por ejemplo, la hipertensión está más relacionada con el infarto en mujeres. Y el riesgo de sufrir una crisis coronaria si se es diabético es cuatro veces mayor en ellas que en ellos.

Parece evidente que, en lo que se refiere al salud coronaria, hombres y mujeres no somos, ni mucho menos, iguales. Tratar esta patología sin tener en cuenta estas diferencias podría estar evitando en algunos casos una correcta solución al problema.