Espacio
Voyager: 39 años viajando por el Universo
La primera sonda espacial en mostrar el espacio fue lanzada el 5 de septiembre de 1977
El lanzamiento de la primera sonda espacial que viajaba por el Universo cumple 39 años de viaje. La Voyager 1 fue lanzada un 5 de septiembre de 1977 desde Cabo Cañaveral en Florida. Se convertía entonces en uno de los hitos de la tecnología y de la exploración de la humanidad, comparable con el paseo de Armstrong en la superficie de la Luna o con la primera de circunvalación de nuestro planeta que llevó a cabo Magallanes hace ya varios siglos, informa la agencia Europa Press.
La nave interestelar no sólo hace historia por cumplir años, por ser el objeto construido por el hombre que más lejos ha llegado. La Voyager es la única en alcanzar y adentrarse en el espacio oscuro, en recoger los tsunamis solares, en ofrecer las primeras imágenes nítidas de Júpiter y Saturno del espacio, del Universo desconocido; ahora más conocido gracias a esta nave que está a punto de cumplir los 40 años de viaje y de existencia. Es la sonda, nave o artefacto que se encuentra más lejana de la Tierra y continúa alejándose a una velocidad de 17 kilómetros por segundo en dirección a la constelación de Ophiuchus.
Su misión prosigue después de ser una cuarenteañera. Sigue localizando y estudiando los límites del Sistema Solar, más allá del cinturón de Kuiper.
El 25 de agosto de 2012 conseguía alcanzar el espacio interestelar y cumplía con mucho más de lo que inicialmente era su cometido, explorar Júpiter y Saturno.
Fue, sin duda, la primera en proporcionar imágenes detalladas de ambos planetas en junio de 2016 y se ha convertido en el objeto fabricado por el ser humano más alejado de la Tierra que aún sigue enviando señales a una distancia casi imposible de imaginar.
Fue en agosto de 2012 cuando la longeva sonda interespacial alcanzaba la heliosfera (burbuja que rodea todo el Sistema Solar y el lugar al que llega y afecta el campo y el viento solar). El instrumento de la sonda que era capaz de medir directamente la densidad, temperatura y velocidad del plasma se había estropeado en 1980, de tal manera que los investigadores necesitaron encontrar otros métodos para que pudieran determinar si la nave había salido o no de la heliosfera. Tal oportunidad se ofrecía cuando en 2012 una erupción solar, que tardó 13 meses en alcanzar la Voyager, hizo vibrar el plasma alrededor de la nave y la Voyager logró «escuchar» esas vibraciones.
Una de las preguntas que surgen si piensas en una nave que lleva 39 años de viaje es cómo se logra, qué la impulsa, qué tipo de ‘gasolina’ hace que mantenga su ritmo. Es, sin duda, una de las preguntas que nos hacemos quienes somos incapaces de imaginar el mundo de la física y de cómo puede algo seguir enviando imágenes a la Tierra tras 40 años de viaje por el Universo. Pues bien, todo esto es gracias a tres generadores termoeléctricos de radioisótopos que convierten el calor de la desintegración radioeléctrica del plutonio en electricidad.
¿Su energía es inagotable? Pues lo cierto es que la pila tendrá fecha de caducidad y comenzará a agotarse a partir del año 2020 y se calcula que cinco años más tarde, en 2025, se terminarán los recursos energéticos y los equipos de la nave se apagarán por completo. La nave seguirá su viaje y dentro de 38.259 años aún no habrá alcanzado ninguna otra estrella y se encontrará a unos 1,7 años luz de una estrella aún sin nombre de la constelación de la Osa Menor.
La nave seguirá viajando por el espacio pero ya no habrá conexión con la Tierra y no podremos ver lo que capte. Perderemos así los resultados científicos que pudiera obtener. Eso sí, queda como una muestra de la humanidad, si es existe un mundo más allá del que conocemos capaz de encontrarla e interpretarla, algo extremadamente difícil debido a lo reducido de la nave y a la enormidad del espacio. Las sondas Voyager 1 y 2, que fueron lanzadas hace ya 39 años, han detectado en estos años de viaje lo que el ojo humano no había visto jamás. Las naves han descubierto un tipo de luz ultravioleta en otras regiones de la Vía Láctea que permanecían invisibles debido a la luz del Sol.
Cuando estas sondas espaciales llegaron en 2004 a la región más externa de nuestro Sistema Solar, un nuevo método de análisis de datos del Observatorio de París consigue distinguir la radiación de la luz del Sol, lo que además permitió ayudar a los astrónomos a entender e interpretar las propiedades de las galaxias lejanas.
Desde el año 2012, la sonda Voyager ha experimentado lo que se llaman ‘Ondas Tsunami’ en el espacio interestelar. Según los datos que se han ido recogiendo a lo largo de estos años, la onda de choque que más ha durado llegó a la nave a principios de 2014. Ya entonces, el profesor de Física de la Universidad de Iowa, Don Grunett, afirmaba que las ondas o tsunamis son «más comunes» de lo que piensa la mayoría de la gente que considera que « el medio interestelar es tranquilo y silencioso» pero al parecer no es así.
La ‘Onda Tsunami’ se produce cuando el Sol emite una eyección de masa coronal, arrojando una nube de plasma magnética desde su superficie, lo que genera una onda de presión. «El tsunami hace que el gas ionizado que está allí afuera resuene; que cante o vibre como una campana» dijo Ed Stone, científico de la misión Voyager, con base en la localidad californiana de Pasadena.
La última de las ondas o tsunamis registrados, la del 2014 provocó que la nave se moviera 400 millones de kilómetros hacia fuera, y la segunda de estas ondas o impactos tsunami ayudó a determinar que de alguna manera la nave interestelar había abandonado la heliosfera.
La Voyager continúa su viaje hacia más allá del mundo conocido. De momento sigue enviando imágenes y mostrando un mundo que sin ella seríamos sólo capaces de imaginar. Pensamos en lo que aún le queda por mostrarnos antes de que se apague definitivamente y el silencio y la oscuridad sean su única emisión hacia la Tierra. Mientras eso sucede, que será dentro de unos años, seguirá enseñando y mostrando al mundo conocido todo lo que está más allá de nuestra mirada.
EP
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